Incluso a mí me parece realmente estúpido sabiendo que a la
estética instintiva le toca quedarse en la banca. Pero esta otra estética te
deja gélido y no precisamente por el tiempo; se llena de todo.
Te das cuenta que todos nos buscamos un espacio para tatuarnos en
la memoria tantos detalles; ¡ah! porque para esto vamos caminando, te acompaño
a tu trabajo y aunque el solazo justifique los lentes oscuros, a esta altura
sabrás que bien puedo andar sin ellos, pero que es parte del acervo colectivo y
que muchos procuramos mantener vigente.
Bueno, incluso la gente, de 100, 100 me van a cuestionar, pero
esta estética, la que defiendo, simplemente tiene sentido cuando alguien como
tú, se refugia en alguien como yo; tontos enamorados que se hacen los rudos;
tus nervios, los míos, mis nada elaboradas indirectas y que al fin sucede.
Ahí estamos los dos, a mitad de plaza, cualquier plaza, la que a
ti te guste; porque tú tienes tus plazas, tus comidas, tus músicas, tus flores,
tus momentos, y yo los míos, pero éste tumbó a todos para echar raíces en la
categoría de “el mejor”. Brincas un breve charco porque algo te llama a pasarlo
así, y mientras tus manos aletean y miras como vuelas por encima del charco y
el charco hace una danzante réplica de tu sonrisa, ahí me voy tatuando en la
memoria lo que estoy viendo y me animo a bocetar no sé qué tantos cuadros más;
eso no está en el acervo colectivo, pero parece que está en el mío desde hace
tres vidas y a mi todo me llama a ponerlo vigente.
Te gastas unos minutos soplando a tu café y yo te miro mientras
tomo mate, o ambos tomando mate. De un golpe desapareces el alfajor y volteas a
verme, tu mirada busca aprobación, pero tú en general no cabes del gusto y tu
carcajada despide boronas que quizá en silencio reclames.
A esta altura me parece que el temblor en mis manos y piernas, se
ha controlado; vamos por tu plaza, por la mía, y en ese mundo que vamos creando
como el sorprendente mundo que se crea un ciego con cada centímetro que toca y
aunque lo vuelva a tocar es distinto, ahí suena toda la música de nuestra
película; te adelantas un poco y encuentras unos escalones donde te colocas uno
arriba y extiendes tus manos para hacerle valla a mi arribo.
Si quieres hablamos del resto, de una variante de lo más
importante de lo menos importante, palabras de Valdano.
Un señor bolero, se fuma sus pensamientos, no sabemos dónde está,
sentado con un semblante ajeno, quizá lo abandonó alguien o hasta su soledad, o
lo hallamos recordando el gol que metió hace 50 años y que le valió la
eternidad en el barrio, porque liquidó al barrio de junto. En el horizonte a su
espalda, dos uniformadas despavoridas porque se escaparon de lo que consideran
un reclusorio gracias a la directora, quien vive amargada por culpa del ahora
bolero que prefirió arriesgarlo todo por algo que no fue y que pensándolo bien,
es tal vez lo que está mirando mientras fuma. Recuerda que es lo más importante
de lo menos importante.
Por
eso prefiero el invierno, digo, por si te lo preguntabas.
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