viernes, 7 de junio de 2013

¿Por qué prefiero el invierno?

Incluso a mí me parece realmente estúpido sabiendo que a la estética instintiva le toca quedarse en la banca. Pero esta otra estética te deja gélido y no precisamente por el tiempo; se llena de todo.
Te das cuenta que todos nos buscamos un espacio para tatuarnos en la memoria tantos detalles; ¡ah! porque para esto vamos caminando, te acompaño a tu trabajo y aunque el solazo justifique los lentes oscuros, a esta altura sabrás que bien puedo andar sin ellos, pero que es parte del acervo colectivo y que muchos procuramos mantener vigente.
Bueno, incluso la gente, de 100, 100 me van a cuestionar, pero esta estética, la que defiendo, simplemente tiene sentido cuando alguien como tú, se refugia en alguien como yo; tontos enamorados que se hacen los rudos; tus nervios, los míos, mis nada elaboradas indirectas y que al fin sucede.
Ahí estamos los dos, a mitad de plaza, cualquier plaza, la que a ti te guste; porque tú tienes tus plazas, tus comidas, tus músicas, tus flores, tus momentos, y yo los míos, pero éste tumbó a todos para echar raíces en la categoría de “el mejor”. Brincas un breve charco porque algo te llama a pasarlo así, y mientras tus manos aletean y miras como vuelas por encima del charco y el charco hace una danzante réplica de tu sonrisa, ahí me voy tatuando en la memoria lo que estoy viendo y me animo a bocetar no sé qué tantos cuadros más; eso no está en el acervo colectivo, pero parece que está en el mío desde hace tres vidas y a mi todo me llama a ponerlo vigente.
Te gastas unos minutos soplando a tu café y yo te miro mientras tomo mate, o ambos tomando mate. De un golpe desapareces el alfajor y volteas a verme, tu mirada busca aprobación, pero tú en general no cabes del gusto y tu carcajada despide boronas que quizá en silencio reclames.
A esta altura me parece que el temblor en mis manos y piernas, se ha controlado; vamos por tu plaza, por la mía, y en ese mundo que vamos creando como el sorprendente mundo que se crea un ciego con cada centímetro que toca y aunque lo vuelva a tocar es distinto, ahí suena toda la música de nuestra película; te adelantas un poco y encuentras unos escalones donde te colocas uno arriba y extiendes tus manos para hacerle valla a mi arribo.
Si quieres hablamos del resto, de una variante de lo más importante de lo menos importante, palabras de Valdano.
Un señor bolero, se fuma sus pensamientos, no sabemos dónde está, sentado con un semblante ajeno, quizá lo abandonó alguien o hasta su soledad, o lo hallamos recordando el gol que metió hace 50 años y que le valió la eternidad en el barrio, porque liquidó al barrio de junto. En el horizonte a su espalda, dos uniformadas despavoridas porque se escaparon de lo que consideran un reclusorio gracias a la directora, quien vive amargada por culpa del ahora bolero que prefirió arriesgarlo todo por algo que no fue y que pensándolo bien, es tal vez lo que está mirando mientras fuma. Recuerda que es lo más importante de lo menos importante.
Por eso prefiero el invierno, digo, por si te lo preguntabas.


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