lunes, 14 de abril de 2014

Antes que suene la alarma

¿Qué tanto nos dice un sueño? ¿Qué tanto ocurre y en cuánto tiempo?

Por ahí encontré que si se quiere recordar lo soñado, es bueno comenzar por cerrar los ojos antes de levantarse y una vez que se haya recordado lo suficiente, abrir los ojos y entonces levantarnos.

Veamos si es verdad que todo pasa por algo. En lo que se desplaza el camión de por la casa al trabajo y aunque voy a involucrar 3 temas: música, mujeres y futbol, seré breve.

Algo hacía sobre el sillón cuando relinchó el caballo blanco del que hablaba el señor Jiménez, salí corriendo atravesando aquel inmenso mundo donde crecí, lleno de moras, tamarindos y libélulas; en la espalda llevaba pegada con cinta la hoja con el "10" que alguien escribió por mí. Cuando me desvanecí a un costado del árbol, aparezco a instantes de anotar el del campeonato de ese recreo y, expectante, cerca de la cancha la sonrisa de la pequeña Silvia.

Patié con fuerza, con tanta fuerza que salió un destello. Cuando la luz cesó, reacciono que el balón viene hacia mí y lo hipnotizo con la interna de la derecha; el señor Esparza asegura que nunca se va a olvidar de alguien, la linda Celeste estornuda, aproxima en sus manos un obsequio y yo desde la mitad del patio vuelo por él y no logro alcanzarlo. Alguien tira de mi camisa para enderezar mi rumbo hacia el de los compañeros; el señor Tyler garantiza permanecer despierto para no perderse algo, yo mando la esfera de una esquina a otra y me desentiendo para sujetarme de la izquierda de Tania que tuerce su boca y baila; doy tres giros y llueve café, le pongo el pecho a la "5" y me refugio en la enorme brevedad de Ana y sus tenis rojos. Sus pisadas inventan el área, el balón asciende por entre la oscuridad y se torna en un sol de medianoche; impera en lo alto mientras al ras imperan los ojos de Alejandra que simplifican la jugada. Toco y me voy, me devuelve la pared el silencio, recibo sobre el manchón penal, piso la bola y miro a la grada; sin buscarte te veo, la coloco al ángulo, suena el despertador.

Cuando la sonrisa de Silvia, el estornudo de Celeste, la izquierda de Tania, la brevedad de Ana y la mirada de Alejandra, hubo un festejo. Han pasado el domingo, el olvido, la respiración, la lluvia y el sol; yo miro fijo a la grada, atento para festejar cuando aparezca el rostro aquél que soñando encontré sin buscarlo.




lombardo

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