enumero nuestros recuerdos,
encuentros precisos y relevantes,
unos más intensos, pero todos
parte de la misma antología.
Con una imagen robada de terceras vitrinas,
con una sórdida confidencia
producto de nada y que nuestras miradas
producto de nada y que nuestras miradas
pactaron esquivando a la gente.
Tu sangre viajaba con prisa
quizá manipulada, quizá ávida
de gritar una inminente verdad
que comenzaba a fraguarse.
Tu presencia entre destellos de eventualidades,
entre un instinto alertando al otro,
y mi urgente boca corriendo torpe
al encuentro de la tuya.
La noche serena permitiendo
la pasarela de una luna completa,
ambas testigos de una confusión desbocada
a los brazos de un callado deseo,
apenas rescatando lo que el viento
le permitía descubrir a un tenue manto
que en cuya danza, la escasa luz se filtraba
para detallar tu vientre, desvaneciéndose
en tu tibio paraíso, fundido en la entrega
y dando brillo a los ojos.
Convertidos en la ardiente necesidad uno del otro,
el recinto de nuestro magnífico entendimiento,
no daba espacio a los discursos,
sólo autorizaba los labios en su mejor imagen:
presionados contra otros, y las paredes
fueron conservando los suspiros
que avivaban sus matices, y el sudor
que hacía posible la frescura y provocaba las ganas
de sólo reincidir.
Qué lindo sería poder escuchar a la memoria
y no limitarla a imágenes; aunque debo confesar
que le agradezco me permita evocar el momento
cuando tus ojos partían, y el momento
cuando temblamos para hacer a un lado los besos,
unir nuestros fatigados rostros, y estrechar
nuestros exaltados pechos.
gatts
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