martes, 11 de octubre de 2011

Apuntes de un día lluvioso I

El éxito desde una perspectiva colectiva,
quizá no siempre implica una armonía
con la plenitud personal.

Es común saber de hechos indiferentes
para su autor, ovacionados por todo un entorno.

La gente que pinta un sueño, que canta un sentimiento,
que relata una idea, que proyecta una conjetura,
por asombroso que resulte, al final del día
sale a relucir su mortalidad, su jornada desintegrándose
en la acidez de lo onírico; sus experiencias huéspedes
de veloces trayectos que parten de expansiones
y contracciones y un temblor o un espasmo los digiere;
los mejores versos que se agitan con el júbilo de descubrirlos
y que se consumen entre puntos suspensivos
o en la inminente soledad que otorga la espera.

Algo reconocido, algo laureado, algo aplaudido,
será siempre la virtud de un observador, porque
expone y simplifica lo cotidiano, que tal vez
en algún intento de desmenuzar, no comulgue
el deseo con la habilidad, y entonces intervengan
esos tejidos y contrapuntos que abarcan una por una
las cavidades del ser hasta su ebullición, su incontenible
implosión que disipa los medios hasta algo magnífico,
tangible y no, que cada receptor sabrá abordar.

Al final es la vida misma en su expresión más simple,
dando oportunidades y reconocimientos, donde
no es dar por culminado lo que corresponde,
pero si un espacio para disfrutar.




gatts

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