lunes, 31 de octubre de 2016

... (capítulo II)

Mañana de brujas, pequeña confesión de primavera: soda, café, dos medialunas, manteca y mermelada de frutilla/fresa/strawberry/fragola/fraise; el maldito tráfico, el corrupto gobierno, el puto calor o el puto frío, la manga de muertos pechofrío que no dan una; las y los madrugadorxs del crossfit apropiándose de la vereda, un perro y su desentendidx dueñx colocándole una apestosa trampa a cualquier transeúnte. Se han ido un par de diarios, un póker de buenos días, puchos y el héroe de la esquina que alcanza a atajar a la kamikaze que por audífonos y teléfono estuvo a muy poco de ser portada.

Todo ese revoltijo de ideas, de recuerdos, de hacerle creer a unxs cuantxs que contemplamos un adaptador de corriente como si lo entendiéramos, como si lográsemos llevarle a otro plano y un poco enderezamos el cuello y un poco que atacamos lo que nos queda de uña; exaltados pasamos la mano desde las orejas hasta el cenit de la barbilla, buscamos no sé qué en alguna parte de no sé dónde, tronamos los dedos de una mano, de la otra, mordemos un labio, el otro; sacudimos el pie -el derecho o el izquierdo, no importa cuál-, tamborileamos al aire, hacemos percusión en los hombros, y ni una sola palabra aún; exhalamos, pasamos la lengua por entre los dientes, sonrisa.

Resuena lo explicado por el escritor, no lo de Barry Allen o lo del verdadero Linterna Verde, sino lo que dijo que dijo Aristófanes o más o menos, que estamos a instantes de encontrarnos, y con esa linda idea que rescata Sabina de José Alfredo: lejos de leyes, de justicia, de dioses.

Me tomas del brazo para cruzar la calle, esa capacidad que el mundo va olvidando de detenerse a asombrarse por un jardín colgante; y un día cualquiera, sobre una calle cualquiera, en un puesto cualquiera te detienes a probarte unas gafas y preguntas que qué tal te quedan, me hago el boludo ojeando una revista y volteo, y antes de poder responder, viene el manazo y tu risa.

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