viernes, 26 de mayo de 2017

En Almagro

Se antoja una presentación a lo Michael Jordan defendiendo a sus Toros de Chicago; Sirius de Alan Parsons Project, luz apagada y una voz aguardientosa gritando dónde nació, el número en el dorsal y la posición en la que juega, pero no; vamos con el recibimiento que la hinchada canalla da a los suyos jugando en el Gigante contra la lepra, y eso porque se trata de un canalla, un rosarino.

Esto de las redes sociales trae mucho aspecto positivo y lo menciono porque cumplió con su propósito.
Un amigo periodista publicó un video que dura como media hora -ya sé que hace falta estar muy al pedo para chutarse treinta minutos de video (entiéndase YouTube o el Tube que más frecuenten)- y en donde actores, exfutbolistas, directores técnicos construyen una apología a Tomás Felipe Carlovich, el Trinche; yo no lo haré porque me limitaría a repetir lo del video, así que si les interesa saber sobre el Trinche, búsquenlo. Yo les hablaré de otro Trinche.

En Buenos Aires, Argentina muchos viernes del 2015, en el barrio de Constitución, en la calle Solís al 1973, en el bachillerato popular Miguelito Pepe coincidí con el Trinche, un rosarino que en ese bachillerato colabora en el área de matemáticas de tercero. Comenzamos con las cordialidades habituales hasta que un buen día le pregunto por el Trinche Carlovich ya que tiene mucho que ver con Rosario; habré preguntado poco antes de las 19:30, hora a la que este Trinche arrancaba sus clases y alcanzó a decirme: "¡No! ¡No me hables del Trinche que no entro a clases!".
Este Trinche es canalla como creo la mayoría, a muerte, y se lo debe a su abuelo; para muchas cosas juega fácil, de primera, pero dos cosas le involucran en estas palabras: el asado y su habilidad para contar historias.
Si bien ya lo conocía a este Trinche, otro genio fue quien me acercó a ese templo de logística filosófica de la calle Maza, el buen Kaky, cuerpo celeste de desconocida trayectoria y lugar de impacto con quien el gusto por la sana convivencia es una afinidad y quien un buen día me invitó a una reunión del área de matemáticas, nada tenía que hacer yo ahí, pero fui.


Los viernes de primavera sobre Maza bien pudiese postulárseles como de los días más lindos que acá aparecen; mucho tienen que ver las palomas en el cruce con Las Casas, arman su fiesta y verlas seguir y andar; y en el cruce con Calvo hay un almacén de sueños y un tipo esperando, y ahí llega ella, sin previa lo besa, le entra por cada punto posible y entonces comienza el día, el de él. En el colectivo que se los tatúa -a las y los transeúntes y los sueños y las palomas- se descansa como en ningún otro lugar; un tipo viene a dos manos planchando el uniforme, intenta no quedarse dormido, no pasarse 30 cuadras y se concentra en la viejita que aún no está convencida de haber tomado la ruta correcta y cada esquina pregunta si pasarán por donde ocupa. Ahí no se razona ni se intenta razonar, no existe tal instancia entre querer y necesitar descansar, no se piensa en el pendiente del trabajo ni en la masacre verbal que se avecina cortesía del patrón. Desconexión, ausencia y a Morfeo se lo ve colgando un letrerito de "Vuelvo en 5 minutos" para mecerse en una hamaca.

A un par de calles está el templo del cual el sacerdote simpatiza con la idea de Jesús hombre, mente brillante, pero hombre. Cuentan que alguna ocasión planteó que Jesús no caminó sobre el agua, era un tipo con mucha mente fría, esperó, observó y quizá halló un caminito de rocas y entonces anduvo.

Bariloche lo trajo hasta Baires, habrá que esperar a ver a dónde lo lleva Baires.
Vaya y que le cuente, con asado y vino, del tipo y sus libros para encontrar el jugador ideal para casi todas las posiciones.

Un tipo alto de sonrisa inocente que inspira toda la confianza, nada más no lo busque si está jugando Central porque si algo no sale usted será culpable, no importa que el canalla arrugue por excelencia. Ya esperaré respuesta si se entera de estas palabras.
Tocas timbre y asoma el Trinche para avisar que está por comenzar el tour por entre esa otra cara de la vida que el trajín al que la mayoría nos entregamos, nos esconde. Un breve pasillo que te regala la adrenalina previa a su cancha; es ir recorriendo los vestidores y pasas por el área administrativa, después donde se organiza la estrategia del compromiso en puerta, para luego subir una escalera que te saca justo a metros de la popular que se entrega a las genialidades de asado y bondiola que este tipo dibuja a pasitos frente a ella.

Historias grandes, un payador que se ubica re bien en el campo y sabe llevar el partido, siempre te deja habilitado y se inventa lindas jugadas que levantan todos los aplausos.

Ahí va el Trinche sabiendo que lo mira Solari por siempre y en mitad de la tribuna del Parque Independencia se pregunta qué hace un tipo tirado acaparando varios lugares hasta que le explican que se trata de Fontanarrosa y lo entiende años después.
Por ahí y se muestra en las crónicas del apasionado, no tan seguido, futsal, porque según él, para ser canalla, se es a full o no se es.
La bella vida se obstina en amargarse y éste la encara con porciones de la inspiración de Uli. Ese es el Trinche, este Trinche con su not so good english, la fuerza de Cande y la complicidad de Trini.

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