sábado, 27 de mayo de 2017

Los tacos que te debo

Realmente muy poco conocía de ahí: Zitarrosa, Benedetti, Mujica, Francescoli, Tres Cruces, el Centenario tres mañanas después de Sabina, Peñarol y un carbonero que me llamó "amigo Boca-boquense".

Crucé el Río de La Plata algo derrotado, lleno de incertidumbre y miedo por esa cualidad/facultad/habilidad que nuestra especie aún no desarrolla o quienes ya, no la comparten, pero que es también el mejor condimento de la vida: no saber qué pasará, no saber qué día se volverá. Entonces y tras 8 pasos básicos que el mundo asume todos y todas ejecutan en cada rincón de ese espectacular lugar, y tratando de mitigar con un pucho esos demonios que me acompañaban sin pagar pasaje, aparecieron las Leticias; dos mujeres de entonces 66 años, de Montevideo viviendo en Buenos Aires, que jamás se habían visto y que su simple deseo de felicitar las unió.

- Hace años que la vida me trajo a acá.
- ¿Y a usted?
- También. Pero te digo algo, no hay mejor lugar que casa.

Volví y entonces vos, ajonjolí de todos los moles, visceral mujer de escasa estatura y risa contagiosa, desordenada cabellera charrúa ocupada de quedarse con algo y de tejer un sólido macramé tan resistente como su temple, tan elaborado y sencillo como su fe en las personas.

Entonces marchas de nuevo ya sin incertidumbre temerosa, contento y con cierta deuda; y una mañana quizá mucho después de Sabina, con el tiempo ya muy evidente, timbras o mejor te inventas algo y entras a sonar la puerta y atiende una vieja inconfundible porque su risa y su esencia en nada pueden esconderse.

- ¡Hola!¡¿Qué hacés acá, negri?!
- Y, acá estamos por los tacos que te debo.

Logramos, con una dificultad que antes no estuvo, elegir una banca en el Ameghino, cebas el primero y enciendo un cigarrillo.

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