miércoles, 3 de octubre de 2012

Fallos

La inhóspita instancia que una idea genera
no permite ver la implacable realidad
que un fallo devela.

Ese amargo hedor que antecede los únicos dos caminos humanos:
la claudicación y la grandeza; deshechar futuras frustraciones
y sentarse a mirar a quienes reincidieron en busca de lo segundo,
extremos opuestos tan próximos.

Tal vez sea cierta la creencia de una ecuación suprema
que con decisiones se despeja hasta dar con el resultado.

Quizá la vida sea la comprobación de esa ecuación,
la extenuante persecución de un dato expuesto
en la que se incluyen un montón de variantes
para hallar aquello que se cree que existe,
más ni un sólo hombre tiene, aunque pudiera ser uno.

El tiempo se mide en fallos y aciertos,
cuanto fallo se precise para un acierto,
y lo que se deba disfrutar un acierto
hasta que precisen nuevos intentos.

Un panorama a esclarecerse siempre
mediante un firme tablero
de burdas piezas a merced del usuario
que se sumerge en descrifrar los trayectos.

Cortázar dijo: "un mundo donde te movías
como caballo de ajedrez, que se movía como torre,
que se movía como alfil".

Allá en el punto más distante
donde parece encontrarse un norte,
de pronto la incógnita tuvo mala lectura;
como Benedetti dijo:
"cuando creíamos que teníamos todas las respuestas,
de pronto nos cambiaron todas las preguntas".

Vuelve ese amargo hedor que va desaticulándolo todo,
aunque siempre habrá vetas precisas y suaves
que lo van socavando.




gatts

1 comentario:

  1. Vaya manera de medir el tiempo... y al final la ecuación siempre tiene el mismo resultado, un escrito que ante todo, tiene sentido. Eres muy bueno! =)

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