lunes, 31 de mayo de 2010

Tu mano

Te tomo de la mano
para disolver toda duda,
para justificar cada hecho,
para garantizar la reincidencia.

Te tomo de la mano
para colorear senderos,
para mejorar horizontes,
para atraer opiniones.

Te tomo de la mano
para sazonar un entorno,
para entender el júbilo,
para bocetar los sueños.

En tu mano se desvanecen mis tempestades,
y en ella inicia la certeza de avanzar por donde se debe;
de tu mano me envuelven las plegarias y las gratitudes,
y es ahí donde se responden cuestionamientos e incomprensiones.




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Crimen


No es posible ocultar la absurda creencia de tantos,
que por diversión o temor determinan la longevidad de una participación;
tal vez sus decisiones en suma con la ecuanimidad natural
entreguen un veredicto.
Socavar una sociedad no denota un intelecto superior,
desplazar a otra instancia la mirada de alguien
que persigue lo mismo que alguno, puede implicar una ventaja
o la terrible suerte de recibir una cortesía semejante.
El comportamiento expuesto al poder, por excelencia,
abusa del desinterés y de los buenos procesos,
y aproxima las más lúgubres intenciones y parcas atenciones.
El tono de un discurso trasciende a expensas de la inocencia
vapuleada y la percepción mal programada,
mientras el alma de la tiranía se nutre de las bocanadas que le obsequia consumir
un organismo que prefiere exentarle de repercusiones y también
saberse ingenuamente fijo.
Somos criminales por festejar la amistad,
por proponer un entorno para entendernos mejor,
por reir, por homenajear los pilares del sentido a enfrentarse y empaparse
de lo ajeno y fútil.
¿Somos criminales por andar sólos? ¿por hacer silencio en un saturado e incongruente desierto?
¿Somos criminales por edificarnos una ilusión de una ejemplar labor?
¿Somos criminales por contribuir al derrumbe de nuestros escenarios?
¿Somos criminales por reconocer un destino entre los turbios horizontes de la injustica y la ignorancia?
La realidad pudiera ser un libro para colorear esperando a que se inventen los lápices que en ella funcionen;
carga el rumor de que alguna vez hubo una versión pintada y la esperanza de poder ser participe de una nueva
versión presentada de igual forma.




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Similitudes

Tras parcas corazas se desatan los torrentes
de escénicos semblantes y gestos;
corazas milenarias como el método para penetrarlo,
y tempanos que se resquebrajan sucumbiendo
ante la calidez y persistencia de una creencia.

Pilares de entornos lejanos y próximos,
distancias que los hábitos pueden segmentar
y los vicios reagrupar entre matices, trazos
y volúmenes parecidos.

Vanguardia colonial, rústica, monastérica
y campechana, revestida por aromas de azares silvestres
y que alimenta sus pulmones de aires opuestos
mientras deja fluir por sus venas resabios de
iniciativa, cautivación y genuinos procedimientos.

La historia la absorbe el pueblo y la arrojan
al mundo con sus interpretaciones, postrando turbia la
línea de un sueño y el vuelo y la descomposición
del pensamiento.




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Caminos

El tiempo pudo forjar el camino,
el camino define el estado de su creador.

La nostalgia implica parte de su uniforme,
porque aún siendo frutos de patrones distintos,
cada palabra que arrojan impregna su marchita fragancia
que se conserva a pinceladas de discursos y situaciones.

La incertidumbre que no inquieta es
muy propia del deseo y del acierto;
los nombres son excelentes calificativos
para el tiempo y sus acompañantes.

Encontrarse y vincular orígenes y destinos,
propios de semejantes en recorridos e identidad,
postran una situación curiosa e interesantes;
encontrar, identificarse y vincular la inquietud
de espiritus postran la situación mágica y memorable.




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domingo, 16 de mayo de 2010

Monólogo

Te observo y te imagino distinta,
como atiendes a mis incoherencias
correspondiendo con las tuyas,
riendo ambos confirmando algo
de lo que tantos hablan.

Intervalos necesarios y procesos ajados,
esbozos finos de la inmensidad,
la concupiscencia que asesora mis conjeturas
como escenario justo para el desenlace
de resabios, vestigios de empresas nulas.

Los arrebatos de las conductas
que enumero por el asombro de poder alertar
la euforia propia de la sorpresa y de la inocencia,
así como de la osadía de tu mirada y tus discursos.

El monólogo de tu silueta que promete convertirse
en el ardid de mis demencias,
las dudas que no me permito
y el tejido de este copioso deseo de tenerte.




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