lunes, 31 de octubre de 2016

Miguelazo (Comité de Divulgación)

Bien pudiera ser el intento número... ¡bah! no sé qué número sería, de tomar la palabra y buscar rascar un poco a la inspiración la pasión que algunas lindas personas llevan en su voz.

Será solo sobre una parte del todo, porque este todo, como todo lo magnífico, hay que vivirlo, absorberle cada porción y arrojarse al mundo con la responsabilidad de esos nuevos seres humanos en que nos convierte: cooperativistas, autogestivos, públicos, populares.

Ni ahí es que quiera o intente abordar la jodida situación de vivienda en Buenos Aires; seguro lleva 109 años, mínimo. Incrementos, desalojos, que te re caguen tu sueldo para medio jugar a vivir; cuanta razón la de Amparo Ochoa: "Esto de jugar a la vida es algo que a veces duele...".
No, de hecho no, no quiero ni intento abordar el tema porque por sangre hay colectivos que le mantienen vivo, presente; colectivos muy en la línea dispuestos a resonar, a grabar en el tiempo la lucha misma y las huellas que incomodan a la tiranía.

Comité de Divulgación o Congreso de la Ñoñez, vasta exposición de hermosos detalles, monólogo de un gen obsesivo; interesante comienzo de una broma: "estaban 5 historiadorxs y 2 secretarias populares planificando, investigando, redactando, recortando, sugiriendo, celebrando cada sugerencia, incrementándole el nivel de ñoñez"... unx más ñoñx que la/el otrx. Tremendo performance de huelguistas y policías, de matemática y magia, de noche de lecturas y recuerdos, de sol de comida y canciones, de un poema, de dos poemas y una bellísima placa en rojo.

Es la parte que no cumplen con divulgar para que haya que vivirlo, como todo lo magnífico.

... (capítulo II)

Mañana de brujas, pequeña confesión de primavera: soda, café, dos medialunas, manteca y mermelada de frutilla/fresa/strawberry/fragola/fraise; el maldito tráfico, el corrupto gobierno, el puto calor o el puto frío, la manga de muertos pechofrío que no dan una; las y los madrugadorxs del crossfit apropiándose de la vereda, un perro y su desentendidx dueñx colocándole una apestosa trampa a cualquier transeúnte. Se han ido un par de diarios, un póker de buenos días, puchos y el héroe de la esquina que alcanza a atajar a la kamikaze que por audífonos y teléfono estuvo a muy poco de ser portada.

Todo ese revoltijo de ideas, de recuerdos, de hacerle creer a unxs cuantxs que contemplamos un adaptador de corriente como si lo entendiéramos, como si lográsemos llevarle a otro plano y un poco enderezamos el cuello y un poco que atacamos lo que nos queda de uña; exaltados pasamos la mano desde las orejas hasta el cenit de la barbilla, buscamos no sé qué en alguna parte de no sé dónde, tronamos los dedos de una mano, de la otra, mordemos un labio, el otro; sacudimos el pie -el derecho o el izquierdo, no importa cuál-, tamborileamos al aire, hacemos percusión en los hombros, y ni una sola palabra aún; exhalamos, pasamos la lengua por entre los dientes, sonrisa.

Resuena lo explicado por el escritor, no lo de Barry Allen o lo del verdadero Linterna Verde, sino lo que dijo que dijo Aristófanes o más o menos, que estamos a instantes de encontrarnos, y con esa linda idea que rescata Sabina de José Alfredo: lejos de leyes, de justicia, de dioses.

Me tomas del brazo para cruzar la calle, esa capacidad que el mundo va olvidando de detenerse a asombrarse por un jardín colgante; y un día cualquiera, sobre una calle cualquiera, en un puesto cualquiera te detienes a probarte unas gafas y preguntas que qué tal te quedan, me hago el boludo ojeando una revista y volteo, y antes de poder responder, viene el manazo y tu risa.