domingo, 24 de noviembre de 2019

En las madrugadas

Hay momentos -madrugadas principalmente- que me gustaría inventarme recetas para un domingo, que me digas que precisas darme un abrazo y terminemos bailando muy despacio en la oscuridad de un pequeño patio.

La gente hace rato que está de más, vamos despidiéndonos que lo que sigue, y que claramente urge, solo a nosotros nos importa. Con cada escalón más nos conocemos y son muchas palabras menos, las llaves pillas se divierten retrasándonos y para entonces la ropa habrá perdido todos sus por qué.

Tengo todo tan presente: la luz golpeando solo uno de tus costados, que estás recargada contra un muro de ladrillos creyendo que logras encender un cigarrillo aunque tus manos permanezcan inmóviles por tu blusa anclada hasta tus codos, tu sostén adornando tu vientre mientras yo voy adornando tus hombros y ocultándome en tu cabello.

Pasaremos, seremos espasmos frente a un ventilador, tu mano sobre mi pecho, tus muslos aferrados a mi cintura, nos aseguraremos de no perdernos ni un milímetro de lo que ahora somos con mi rostro hundido contando tus latidos. 

Voy a pedirte que te quedes sabiendo que dirás que no, que tu coche está a 4 minutos; el tipo enviará el primer mensaje advirtiendo que está afuera, esperará y cancelará, se irá generando una penalización por no atender, y esa multa simbólica habrá momentos -madrugadas principalmente- que desearíamos poder estar pagándola.

sábado, 16 de noviembre de 2019

Romance del diablo

Tanta nostalgia en sus voces, mucha paz, mucho frío contenido con charanda, atole y algunas pirekuas.

Había un altar enorme, todas las mujeres de la familia embarraban tamales, los invitados y las invitadas acudían de a poco ofrendando canastas con fruta guiándose por una vereda de cempasúchil; toda la noche para un muerto nuevo.

Un muerto nuevo es quien fallece entre el 3 de noviembre del año anterior y el 31 de octubre del año en curso, haciéndose acreedor de una fiesta para celebrar su vida.

Después pasó, sin ningún dolor me animé a buscar más charanda por entre las callecitas de Arantza.

¡Qué complicado conjugar tu nombre en tiempos en los que ya no estás, en tiempos en los que no estarás!

Y me perdí. Me perdí sobre un bote que ya no saldrá y que cuyo nombre se escapa con las tenues luces del lago; me perdí entre los gélidos recuerdos de las yácatas, nuestro vasito con gaspacho y los viejitos de la tarde en catedral.

¡Claro! Claro que preferiría ir tras de una ambulancia y no de una carroza, que se me aparezca un vampiro, gire una calabaza y me cuente que puedo alcanzarte en algún sarcófago egipcio o en alguna sombra en Stonehenge, muy a lo Ray Bradbury.

Hace tiempo renuncié a tantas opiniones, las tenía porque me daba miedo vivir, permanecía ocupando la melancolía, y entonces comencé a morir un viernes. También comencé a creer en las vidas posibles, en la reencarnación, aunque siempre lo mejor lo llevabamos a todas partes sin nube, sin más dispositivo que nuestros latidos.

Siempre estás a un costado de la cancha en tu pantalón gris y tu polo blanca, se escapan dos lágrimas con tus gritos que ajustaban la vida.

Te cuento que quizá pronto te alcance y que el diablo también se enamora.

Como en esa publicidad de Nike: nacido en un punto, querido en todos lados.

Solo él supo cómo aquella noche de mediados de los 90's resolvió un problema que creo era de alguna variante del cálculo, mientras el responsable oficial de resolver ese ejercicio se pegaba, por indicación del otro, una ducha fría porque ya las ideas las tenía cicladas. Para cuando salió de la ducha ya había una respuesta, hizo la comprobación y era correcta.

El agua fría, además de despejar la mente, quita el dolor de huevos.

Otra noche de mediados de los 90's quien resolvió el cálculo preguntó cómo resultó la visita a la noviecita y la respuesta fue que todo bien, pero apareció un dolor de huevos.
- ¡Órale! ¡Métase a bañar con agua fría!

Definitivamente el agua fría es curativa, al menos para la inocencia, aunque la inocencia decida extenderse.

Cada visita el genio del remedio de agua fría apoyaba económicamente argumentando por si el antojo por alguna bebida o algún alimento se presentaba; el joven visitante se retiraba a visitar a la novia y muy pocas ocasiones invirtió en lo sugerido. ¡Inocente! Al cabo que no se da cuenta, pensaba.

Una noche de mediados del segundo lustro de la primera década del siglo XXI, el genio del agua fría escuchaba y aconsejaba a un joven desesperado que estaba enamorado y tenía miedo a perder ese sentimiento correspondido por no tener suficiente dinero.
- Es que a veces podemos ir a cenar, pero luego ya no tengo para irnos a estar solos.
- ¡Claro! - dijo el genio. - Mira, este cabrón - señaló al que apoyaba para bebidas y/o alimentos - hace unos años andaba de novio y pues lo alivianaba para que fueran a echarse un refresco o unos tacos, pero realmente esperaba que comprara preservativos.

¡Claro! ¡No se da cuenta! ¡Ja!

Esta obsesión por la razón.
Hace algunos años un policía me asaltó en casa; quería encontrarlo y ajusticiarlo, aunque probablemente no lo haría, compartí mi molestia, mi frustración, y un excelente amigo me tranquilizó haciéndome ver que esa justicia sería mi justicia y muchas personas no la compartirían. Lo mismo pasa con la razón.

En una relación de pareja hay extenuantes jornadas de discusión enfrascadas en cúmulos de argumentos y excusas que derivan en molestias, ausencias, indiferencias prolongadas, y todo porque las personas involucradas se limitan a querer escuchar que tienen razón. En política, en futbol, cuando se habla de Valentín Elizalde, de la paleta de colores del Joker, de los guiones, una vez expuestas tantas absurdas opiniones, arranca el regateo, la oferta y demanda por la razón. Alguien tiene que tenerla.

De verdad es absurdo o se torna al querer imponer una línea de pensamiento. Intenten valorar esto viajando en bocho de León a El Vaquerito, pasarle la lumbre al hitter y después hablar; el 99% de lo que digan es absurdo, no aporta gran cosa, es más de lo mismo: las ganas de hacerle saber al mundo que algo sabemos, algo hemos vivido.

Seguimos buscando la inmortalidad física, una especie de consagración, perpetuar ideas a manera de reconocimiento, aún sabiendo que ahí no radica la trascendencia. La inmortalidad física son modas y comportamientos reciclados con la tecnología de testigo.

Distribuir y compartir el conocimiento olvidando el afán de las luchas aisladas siempre insuficientes que terminan alejándonos de lo fundamental; la adrenalina de pararnos y exponer un temor, aceptar que no se está bien ni mal, sino que a cada quien le funcionan fórmulas diversas.

Lamentablemente impera el egoísmo, y escucharnos y mirarnos y sentirnos ya es algo que raya en lo paranormal, pero un día la gente conecta y entonces alguien vive.

Estamos en una terrible réplica pseudoverbal del arreglo en violín de "No puedo olvidarme de ti" de MDO que la despedimos con el coro alegre de "Un rayo de sol" y una retirada en fila; todos se agazapan para espiar cuando creamos el más lindo abrazo.

Deja que pase lo que nos dé felicidad, eso me dijo y después se comió la última fresa de la porción de pay. En algún momento resolverás por qué te gusta la palabra "contigo", y si vamos a guardarnos algo, entonces no nos pensemos más, aceptemos que ya fue y dejemos que nos alcancen otras palabras.

Siempre estará la lluvia, las trece lunas, algunos mapas y alguna moneda viajera. ¿Puedes creerlo? Hay desbocadas empatías de domingo que los lunes son fusiladas por fantasmas, los mismos que te prohíben visitar un trabajo cualquier día para regalar flores y un disco, para pasar aprisa y sacarte de tu cubículo, besarte quince minutos y dentro de seis horas, si así lo precisas, enviarte un por qué, aunque seguro no lo necesites y lo expliques pensando que me vale madre.

martes, 5 de noviembre de 2019

Opinión acerca de todo

¿Será que han sido todos aciertos? ¿Qué tanto nos habremos equivocado?

Andar por la ciudad, después de todo ahí es a donde decidimos salir a ocultarnos, a donde decidimos salir a esquivarnos, a donde decidimos pisotear en el asfalto y desparramar en olvidadas veredas todas las alegrías solo por abrazar la invidualidad propia de los miedos y la soledad multiplicada.

No jugamos fácil, es decir, si algo molesta, se dice, si algo agrada, también se dice. De verdad hay en la vida tanta gente desencontrada cargando con sus fantasmas esperando que alguien más los venza, que alguien más sea antídoto para su absurda coraza; gente que piensa en tantas posibilidades antes de actuar, viven en un ajedrez y necesitan visualizar quince movimientos para poder avanzar una o dos casillas.

Es mucho más sencillo compartir el desayuno en silencio y con tanta complicidad y tanto entendimiento, salir a atrasar la llegada al trabajo para tener un detalle, alegrar el regreso a casa con una colección de sudokus de periodicos viejos, o un mensaje con un "hasta mañana" y tres corazones sabiendo que nos veremos en unas horas, o intercambiar canciones, o una linda ecuación de chocolate, películas y frases sin sentido.

Alguna que otra tarde no será posible evitar obsequiarle cinco minutos a la vecina -que pareciera que quiere canonizar a su marido- para escuchar sobre su idílico amor, aunque sepas de muy buena fuente -porque un día antes lo cruzamos al tipo- que está todo para la mierda y el candidato a santo prefiere enfocarse en que alguno de sus mil quinientos emprendimientos pronto le dará para comprarse un planeta si Elon Musk lo pone en venta.

Nos parecemos más a personas que coinciden un miércoles en exposiciones gratuitas o en lamentables obras de teatro improvisadas. No creo que preferir una conversación sea idealizar; claro que quiero terminar la noche contigo y conmigo, que el ventilador azote tu cabello contra mis mejillas y tu palma acampe en mi pecho, pero esas intensas atenciones cualquiera las hace, lujo sería despertar y que sigamos ahí.

A veces en el acto más lindo entre dos personas la proximidad física más estrecha se da con la mano de una de ellas sobre la mano de la otra en el banco de un parque, y están mirando a la calle jugando a pisar las hojas que abandonaron a los árboles, pero los árboles no las extrañan porque se enternecen.

- Las personas ya no se van siguiendo a alguien como las chicas se fueron siguiéndolo a Renato.
- ¿Ese quién es?
- Era un payaso. Hace años llegó al pueblo y lo vieron sin maquillaje: facha y fuerte; cuando el circo se fue algunas muchachas se fueron tras de él.
- ¡Guau! ¡Sí, esas cosas ya no pasan!
- ¿Qué onda con tu familia? Algo ibas a decirme hace días.
- ¡Aaah! Fíjate que tengo una tía que todo le duele.
- Sí...
- Bueno, dice que un brujo le dijo que estaba enterrada en un panteón.
- ¿Cómo enterrada?
- Pues resulta que la envió a un panteón y desde la entrada debía contar 165 pasos de frente, luego 77 a la derecha, luego 24 a la izquierda y luego otros 12 a la derecha.
- ¿Para?
- En esa tumba estaba enterrada.
- ¡¿Qué?! ¡No mames! ¡Cómo iba a estar enterrada!
- ¡En serio!
- ¡Cómo iba a estar ahí, no chingues!
- Pues metió la pala y encontró una bolsa negra de plástico, la sacó y dentro había un cofrecito de madera bañado en cera negra.
- ¡No te mames! ¡¿Y luego?! ¡Ya me habría largado bien al chorizo! ¡Miado y cagado, obvio!
- Le llevó el cofre al brujo.
- Ajá.
- Lo abrieron y tenía un muñeco de trapo lleno de gusanos y alfileres.
- ¡¿Qué?!
- ¡Sí! Encima la cabeza del muñeco estaba cubierta con una foto de ella.
- ¡Mierda!
- ¡Je! ¡Sí! Bueno, tú ¿qué querías decirme?
- ¡Aaah! Solo te llamé para contarte de un tipo que subió al camión.
- ¿Qué le pasó?
- Medía como 3 metros.
- ¡Bueee!
- Ok, obvio no, pero era gigante.
- Ajá.
- Hasta le costaba moverse, picó el botón para bajar, comenzó a caminar hacia la puerta trasera, nos codeó a todos y se bajó veinte cuadras después.
- ¿Tanto así?
- ¡Lo juro!
- ¡Ja, ja! Bueno, ¿y para eso me regresaste?
- En parte, también para darte un regalito.

La besó y le dio una tira de obleas.

- Je, je... Muchas gracias, me voy.
- Chau. Bonito día.

jueves, 30 de mayo de 2019

On melancholy hill

¿Viste esas personas que tienen canción favorita de los sábados por la noche? Dicen hacer el amor, como si el amor pudiese construirse así nada más, como mover un mueble hacia otra esquina.

Ah! Esas parejas que esperan la oscuridad en la Plaza de las Damas, son 3 o 4 bancas sobre un corredor a un costado de los columpios y la cancha de básquetbol; ya se lo han preguntado: ¿por qué hay que esconderse? ¿no merecemos vernos o es que cuando todo es armonía el rostro confiesa lo más simple del universo? Millones de mariposas negras y tan solo dos muchachas con cabello bastante rizado sacándose fotos, incorporándose al calor y a la ciudad cuyos rincones, todos, enmarcan majestuosamente su majestuosa alegría.

Qué pequeño que es el mundo luego de 28 o 34 años y algunos viajes a la luna; César y Alena en una explanada lejana enviando pequeñas cartas desesperadas a un teléfono para que interprete y construya el sentido de este destino, y detone y derrumbe tantos otros sin salas de espera, sin trenes, sin Helsinki-San Petesburgo, sin hookah, sin taxis clandestinos.

Pensaba en nosotros girando en mitad de una terraza; pensaba en tu mano, es la tranquilidad y la alegría que hace años se te extraviaron y viniste a reencontrar con tu oído fuerte contra mí.

Por primera vez la superstición nos juega a favor, incineramos una carta, cada palabra, y el humo y las cenizas la reescriben. Claro, no vienes de ningún Boston, tu risa es lo ideal para los horribles días, y para los magníficos también.

No dormiste profundamente y hospedaste esa idea en tu cabeza, estabas en otra dimensión con formas nuevas, un ojo péndulo al extremo de un hilo de saliva atado a la sonrisa de un payaso impresionado por una bailarina acariciando una cortina que le ronronea a los pies.

- ¿Bailas?

- Mmm... No sé bailar, pero me divierto. Vas a tener que enseñarme tus mejores pasos.

- Aprendamos entonces juntos.

- Me parece.

- ¿Cuándo o qué?

- Apenas un sábado, ¿no?

- Le quedan 47 minutos a éste.

Sujetaba su cabello tras sus orejas y lo miraba.

- ¿Qué hora es? - preguntó ella.

- Las 11:14.

- Bueno, 46.

- No podemos solo dejarlo vivo, lo mismo hacemos con todo.

- ¿De qué hablas?

- Los sentimientos. Son objetos en nuestras manos y van a extenderse o empolvarse en una caja de vida diez años antes.

- ¿Como cápsula del tiempo?

- Sí.

- Tienes razón, lo manoseamos tanto hasta que ya no sirve más y un buen día ya no enciende.

- No hay palabras que le den otra dimensión, la oportunidad de dejar la realidad y ser ideal.

- ¡Claaaro! Ni en cartas podrías detallar mejor lo que viviste.

- Tal cual. Creo que por eso cerramos los ojos y volveremos cualquier día al cerrarlos de nuevo.

- Me agrada, es una buena explicación.

- ¡Bah! ¡¿Qué sé yo?! Los cerramos y volveremos sin espejos rotos...

- ¡Sí! ¡Sin espejos rotos, sin el sonido escapando!

- ¡Ajá! ¡Sin el sonido escapando, sin entradas forzadas, sin golpes de arenga!

- ¿Quién ocupa la luz? ¡Qué gente tan limitada!

- Tengo la esperanza de escuchar que no tienes que levantarte temprano, aunque mientas; que roces mi mano con obvias ganas de sujetarla, palmearte el hombro advirtiendo lo mucho que quiero abrazarte.

- Habrá que quemarlo todo, solo así existiremos. Que me hables tantas veces de ese lugar, ese donde amanecemos juntos, de tus pasos sobre la arena de Creta, de todas las frases y todas las anécdotas de una viejecita que no conocí.