lunes, 12 de noviembre de 2018

Algo para decir

Nunca me aprendí un poema y hace tantísimo que no intento describir un sentimiento, en silencio me recargo en la puerta y te miro rodando sobre las sábanas, qué absurdos que son los chismes y te burlas de ellos.

Algunos secretos pueden extinguirse durante la merienda, otros solo encontrándonos entre la madrugada.

Va a ser muy lindo cuando comprendamos que hace años que ocupamos este sitio, que habitamos en algún remoto lugar de nuestra memoria, que algunos días llegamos a la cita de siempre, al mismo árbol, a la misma banca y pasamos de largo. Ya no somos extraños.

En el momento que sea lo diré, y he llegado a esa parte del camino que ya imaginaba.

Todas las personas necesitamos ser rescatadas, sostenernos, una voz hilo que nos despierte de esa muerte voluntaria, encarar a nuestros demonios hurgando en un empolvado bolso lleno de lo que inventamos alguna vez.

En el área de perfumería de las tiendas departamentales, luego de oler tres fragancias, te dan a oler granos de café como para desinhibir el olfato, reiniciarlo; en algunas tiendas te venden las bolsas de plástico, en otras juran que te regalan la instalación de lo que sea que lleves y necesite; en otras tiendas nunca abren la segunda caja, y hay restaurantes con ganchos a la entrada donde la gente deja ropa que ya no quiere para que alguien más pueda tomar esa prenda, si la quiere.

No es que no tenga algo para decirte, busco en tantas direcciones y encuentro que hay tantas palabras dichas, tantas palabras escritas, tantas que pienso que intentarlo sonará a algo que ya existe, a algo que ya salió de donde no tenía cabida, a algo ya visto, ya escuchado; pienso que sonará a algo que ya aceleró la existencia, a algo que ya conmovió, a algo que ya cumplió con la alegría o la tristeza.

No es que no tenga algo para decirte, no basta y sería injusto desmenuzarle en papel, sería injusto que te pierdas las pausas, las entonaciones, los respiros, los silencios, y todo eso que el negro espejo no ofrece.

No es que no tenga algo para decirte, me encuentro en eso de acomodar ideas, como si tratándose de lo que se trata fuese posible; pasa que no logro explicarlo, debe ser algo, por ahora es lo poco que puedo adelantarte.

Las especies se adaptan y se expanden, crecen; el maíz por ejemplo eran 3 o 4 granos con sabor algo dulce, vino del teocintle, viste lo que era y mira lo que es. ¿Y nosotros/nosotras/nosotres? ¿De dónde vinimos? Tres o cuatro agridulces palabras, ¿viste lo que éramos?, y ve lo que somos.

Somos 85% parecidos al mono, pero también somos 83% parecidos a las mariposas, qué enorme puede ser un 2%, nuestras alas son mandalas que imaginan un monje y el opio, un caleidoscopio entre las antigüedades al final del estante que una viejecita todas las tardes va y lo visita, y son ya 8 mis manos lentas, y son ya 6 tus ojos cafés.

Cualquier noche estaré entre la libertad de las florcitas de tu vestido, posado en la inmensidad de tus párpados verde-violetas y será ley la felicidad a nuestro alrededor; todas las noches eres la libertad poniéndole el pecho al mundo con las hermosas maneras que tienes de verlo.

La casa está encantada, un duende reduce tus reservas de chocolate y una reduce las mías de galletas, a la mañana se les ve con el humo cagados de risa discutiendo la música para el desayuno.

- Leí que McCartney en realidad murió, que su Aston Martin le voló la cabeza.
- ¿Son otro tipo de flores?
- ¡No, tarado! Su coche.
- ¡Aaah! ¿Y entonces?
- ¿Qué?
- El que anda por la vida ¿qué onda?
- Pues que es un doble y que por eso la portada de Abbey Road, y que el de Sgt. Pepper's es más alto que el de otros díscos. ¿Cómo ves?
- Yo leí... ¡bah! no leí, pero no recuerdo de dónde agarré la idea o hipótesis de que sí existió la Atlántida.
- A ver.
- Bueno, según esto las pirámides egipcias y las teotihuacanas están alineadas entre sí.
- Ajá, con Orión.
- Sí, y Ra llegó de occidente, y Quetzalcóatl de oriente.
- Sí.
- Se supone que la Atlántida era una civilización muy avanzada y que cuando estaba hundiéndose unos escaparon para oriente y otros para occidente.
- ¿O sea que sugieres que habitantes de la Atlántida construyeron en Egipto y en Teotihuacán?
- Simón. ¿Cómo ves?
- ¡No mames!
- Ja, ja, ja, ja.
- ¿Tú cómo ves lo de McCartney?
- La verdad, pues equis, Pink Floyd la arma más.
- ¡Ja! ¿Te parece "Louis Armstrong meets Oscar Peterson"?
- Mucho.

viernes, 19 de octubre de 2018

Verdades absolutas

Hablando de verdades absolutas ¿existirán o son absolutas dependiendo del universo afectado?

Para una madre es sabido que los tupper son todos con "V" de valiste cabeza si lo haces de agua, aunque si se piensa podría no ser absoluta sino sagrada, que es varios danes más arriba. Otro aspecto sagrado para ellas es respetarles la siesta de 15 a 30 minutos en los que hay que ser ninjas, ahora es más fácil porque te tiran un mensaje al celular -por la aplicación que gusten- y ni se dan cuenta, antes se corría el enooorme riesgo de que sonara el teléfono o que llegara un compa gritando; bueno, en ese lapso tratar de no molestar porque podrían estar sacando todos los seguros al Tártaro y estar yendo en primera clase camino a valer pura corneta.

Hubo un tiempo que no se comprendía lo sagrado de algunas cosas aunque ahora se comprende de sobra.
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Cómo les arruinó la tarde ese güey.

Era todo un pedo armar bien la reta porque a algunos, inexplicablemente, les valía mandinga jugar, a otros no tanto, pero luego se les daba por ir anca la chingada en clases y pues no los dejaban salir, otros estaban bien puños y se agüitaban porque por partido eran dos o tres pendejeadas por fallar goles hechos o porque con la finta más pendeja se volteaban y les pasaban la pelota sin más. Cabe hacer mención honorífica de aquel que existe en toda reta y corre chingos y es un pinche tren sin freno sin el más mínimo ápice de técnica; otra mención para el culero que nunca falta que pudiendo solo tocar la pelota y anotar, siempre a huevo la manda anca la mierda y se chinga el arquero unas veces hasta que la hace de pedo de que ya no va a ir por ella, pero termina yendo porque su pendejez en ese gol que se tragó es imperdonable y lo menos que puede hacer es callarse el hocico e ir por el balón.

Bueno, ese pinche día todo se alineó: ni castigos ni hueva ni agüite ni nada, uno que otro culo, pero la reta se armó chingona. Generalmente si venía coche o persona pos a huevo se paraba el juego y era cuando había que echar la firma o ir en chinga a la tienda; el peor escenario para algunos era que su hermana fuese el motivo de la pausa y de pronto ambos equipos estaban emparentados o algún arriesgado a querer hacerse el canchero.

Apenas y eran las 4pm cuando llegó Pepona a casa de Chavacano.
- ¡Chava!- gritó dos veces y entonces salió.
- ¿Qué pedo, güey?
- ¿Vamos a jugar hoy?- preguntó girando la bocha como si fuese a elegir un país.
- Pos yo estoy puesto. ¿Y la raza?
- Acabo de ver a Roli, venía de la tienda y dijo que nada más tragaban y salían él y el Patas.- Patas era el carnal de Roli.
- Ah pos mamalón, sí se arma. El joto de Uresti y su carnal ¿qué pedo?
- Pos deja les hablo en chinga.
- Seríamos 6, así jala chido. Igual creo aquí andan Luisillo y Osva, deja voy a buscarlos.
- Sobres.
- Sobres.

Cuando Pepona arrancó ya venían Roli y Patas.
- ¡Güe', háblale por fa a las cagadas estas a ver si van a jugar!
- Ya... ya... ya... ya les dije y... y... y... y sí juegan.- respondió Roli con su característico tartamudeo.
- ¿Qué dijeron Luisillo y Osva? - preguntó Pepona a Chavacano que ya estaba en la cancha.
- Culeraron los dos.
- ¡Pinches culos!
- ¡Sí! ¡Pinches culos!
- ¡Al chile, pinches culos!
- ¡Qué... qué... qué... qué culos!

Aparecieron los Uresti, las porterías ya estaban colocadas en su medida oficial de dos pasos del Patas y se armaron los equipos: Patas, Roli y Uresti en uno, Pepona, Corronga -carnal de Uresti- y Chavacano en el otro. Se disputaban nada más y nada menos que una ronda de Barrilitos de limón, refresco que era un pedo conseguir, de hecho en el barrio solo se conseguía en la tienda de Don Leoncio; pinche tienda podía tener nada o galletas caducadas hace 4 años, pero vendían Barrilito de limón, además y como tremendo plus la posibilidad que atendiera alguna de las dos hijas de Don Leoncio que tenían en la bandita su club fan; nadie nunca les habló, pero daban por realizado el día con solo escuchar el "son 21 pesos" por los 6 Barrilitos.

La reta transcurrió sin tanta mamada, una que otra pared, uno que otro drible humillante, uno que otro túnel y pocos lujos mamones. Como siempre, la reta era a 10 goles.

El juego estaba 7 a 4 a favor de los de Pepona que en ese momento estaba arrinconado entre dos coches, la banqueta -que era la línea de banda- y Roli, y la única era intentar un pase o pasarle por encima a Roli; pues le hace túnel, pero Roli reaccionó a tiempo y da media vuelta. Nadie vio la bicicleta que desfilaba por el campo, tampoco vieron la bolsa negra de plástico que colgaba del manubrio, y mucho menos esperaban que el cabrón que venía pedaleando fuera a frenar con el de adelante evitando arrollar a Roli, pero saliendo disparado seguido del crujido de la bolsa en el asfalto; de la bolsa brotaba espuma y del perjudicado un desgarrador semblante peor que de quienes juran haber visto al diablo en un baile grupero o el de quienes prendieron vela a medianoche frente a un espejo y se les reveló el rostro de su alma gemela y resultó que era el de la pareja del/de la mejor amigx, o sea al vato estaba llevándoselo el chorizo.

El tiempo trajo esa verdad absoluta y sagrada, cualquiera habría reaccionado igual o más culero. Rápido fueron a asistirle y el vato quería matarse aunque solo traía raspones en la mano derecha que fue la que evitó su beso con la calle.
- ¡No mames! ¡Mi caguama!
- Pe... pe... pe... perdón, Señor.
- ¿Está bien? - preocupado Pepona.
- ¡Mi caguama, cabrones!
- Pero ¿usted está bien? - preguntó Corronga.
- ¡Mi pinche burra!

Y es verdad, una caguama es sagrada, la burra no se mancha, es tan absoluta y sagrada que dos de ellas son el mínimo necesario diario para cumplir con el Lupe-Reyes; no sabrían si ahora tomarían el resto del envase y degollar a tan atrevido grupo, pero sí es para agüitarse chingos.
- ¿Cuánto le costó? Se la pagamos. - sugirió el Patas.

El tipo sentado en el cordón buscando consuelo en el asfalto.
- Pos 20 varos.

Por lo pronto se chingaron los Barrilitos.
- Pos de a 3.50 cada quien. - Chavacano hizo cuentas en calor.

Y ahí venía el pedo, al menos para Chavacano, Pepona y los Uresti: había que entrar a despertar a las jefas. No solo los cagotearon por despertarlas, sino que tampoco hubo presupuesto para los pinches Barrilitos.
- Ya nos chingamos con los Barrilitos, comoquiera nos los deben.- dijo Chavacano.
- ¡Ta... ta... ta... ta bueno, mbe!
- Al menos el vato ya no iba tan agüitado. - agregó Chavacano.
- Y, no, si se llevó lo suficiente pa' la caguama y un chicle.

martes, 16 de octubre de 2018

Lindo pensar

Hay personas que en el verano mueren de aburrimiento, y esos días y todos los días es lindo pensar y creer que aún ocurren esas historias de personas que gustan saber qué animal serían -sin ser pregunta de certamen- y fantasear con esa libertad que se mira y no se toca.
Cuánto sentido en observar un exceso de risa y un labio partido, gente que no es tan simpatizante de otra y por eso prefiere los cajeros automáticos; cuánto sentido de la timidez en la atracción, en venir y ofrecer un dulce o un diario, andar un par de minutos y volver a aproximarse.
Es lindo pensar y creer que aún hay historias de películas favoritas, de jugar a adivinar canciones, un raro collage un martes nublado apreciado con complicidad y un pulgar retirando las boronas de las comisuras; historias de flores, una foto y una de ellas indicando el verso preciso, dos horas en el cine y dos suspiros interminables frente a un jardín. Es lindo pensar y creer que aún hay historias donde dos inocencias se desempolvan, redescubren lo olvidado y en un rincón de la calidez se vuelven eternas.
Habrá que creer que al fin entre tantos desayunos vacíos hay una verdad al soñar, que la mañana sujetará y construir en realidad al diluir el suspiro.
Es lindo describirse en colores jamás vistos, inventar sentimientos, contar jacarandas, encontrar palabras en la ciudad, el frío, cena y un refresco para dos y tardarse más al pagar agrupando los vestigios de un sueldo y quitándole pelusa de bolsillo a algunas monedas; habrá que caminar, mi mano se asoma cuando la tuya la busca y somos un tótem humano y las sombras nos imitan, los perros lo gritan, un gato nos dibuja y una procesión contempla esta locura que asusta y conmueve brincando sobre macetas enormes.

miércoles, 3 de octubre de 2018

Las mentes

"Vos lo que hacés es como ir de pesca, con la diferencia que no te importa sacar algo en ese momento, pero dejás la caña ahí y te vas; un día te asomás y notás que algo picó."

AR


Tantas personas privándose de tanto porque no es correcto, porque hace daño, porque eso no es de hombres, porque eres una señorita o porque un Dios que todo lo observa se pondrá triste porque en la segunda parte de su historia dejó de ser iracundo y vengativo.

Es en una comedia romántica donde señalan a El Padrino como la suma de toda la sabiduría, y es en un fragmento de su primera parte en donde dicen algo que me resulta absoluto: "... your interests don't conflict with mine.", algo así como: "sus intereses no chocan con los míos.", y es absoluto hacer lo que se quiere procurando no afectar a tercerxs. Sin embargo, esta idea de "tercerxs" es a menudo egoísta, incluso mezquina, uno o una quiere disponer como de propiedad, o también el caso como con los alimentos que las personas aseguran que no les gustan cuando ni siquiera han probado, ahora traslade a cada instancia que se le ocurra y sume todo lo negativo que recuerde por hacer lo que mucha gente no se atreve y con frecuencia hasta no concilian sueño por la duda.

No podemos acercarnos a una persona con alguna historia con alguien cercanx porque fue su novio o novia y eso es no tener códigos, asumiendo que existe una especie de pertenencia eterna. Me pasó y juzgué porque en el limitado raciocinio no hay espacio para ver que esa persona con la que se compartió ahora se entiende magnífico con otra persona con la que también se compartió y se prioriza la estupidez rezagando el aprendizaje.

Cuando caemos en cuenta que se está enamoradx no prestamos atención en que se está descubriendo el cómo sí nos gusta sentirnos y que se deja el punto donde vimos el cómo no nos gusta.

Si se está en matrimonio también se está obligadx a no poder sentir atracción por otra persona porque no está bien, como si unx toda la vida hiciese lo mismo: distinta ropa, distinta residencia, distinto trabajo, otros tragos, otros alimentos, otras diversiones; quizá no se cambia, pero se expanden horizontes.

Y se preguntan si no molesta que la pareja pueda encontrarse con otras personas, y no, si es libre; aclarar -y lo creo- que el tiempo que se está muy enganchadx de algo o alguien ni siquiera se cruza la idea de otras opciones, pero eso tiene caducidad.

Hay una constante lucha por ocultar esta verdad de que somos seres instintivxs con un razonamiento teóricamente superior al de otras especies; partiendo de lo anterior, hay tantos aspectos donde se establece que está mal sentirse bien.

Jamás estará mal sentirse bien, no cabe el "soy de" porque somos de nosotrxs mismxs, hacer lo que se quiere y dejar las dudas para otro universo donde se precisen para sostenerse; dejar la moral, los prejuicios y condicionamientos en un rincón del placard donde no molesten, si es posible tirarlos que al final la culpa no es otra cosa que el invento más útil de la religión para someter masas.

La trascendencia de la educación sin calificativos, se nos forma para un montón de cosas, pero no para la felicidad, y hay que encontrarle todas las direcciones a estas palabras.

Qué fundamental es el concepto de hacer las cosas por las razones correctas, aislarnos de los condicionamientos mentales y las imposiciones sociales.

Estos pensamientos serán altamente cuestionables, pero la idea estará y los momentos siempre llegan, y es así que lo que dijo Leo que dijo Martín H ocurre: uno se coge a las mentes, no que no se pueda disfrutar con un hombre o una mujer, pero es el cerebro lo que seduce.

Se confunde el intentar interactuar con otra persona con una bola de faltas a los derechos, y eso se vincula directamente con la ausencia de imaginación, generaciones completas que no logran inaugurar el cerebro.

No es terapia sobre arquetipos, es el deseo, el impulso y la necesidad de ser.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

...

Cómo hablar de esta historia, de esta sensación llena de simples deseos, de esta idea de una caminata por la mañana y el televisor y una pieza de pan por la tarde, de montones de pensamientos rodeados por tantas acompañando el viento y tantos estrellándose con él. Entonces cruzamos tu mundo y el mío y nada más se moverá y somos, en el balcón entre el ritmo de las mecedoras y el descendente nivel del termo, una nueva pareja y el instante en que recién comienza.

Qué pensarás si aún no despierta la ciudad y el frío aún no pretende descansar, qué figuras ocultan mis párpados y las persigo en el aire; dos luces, las siluetas de la prisa en una, las siluetas del acercamiento se disuelven en la otra.

Es evidente, lo dicen la mano que dejó la nuca para pasarse a la quijada, lo que terminó en la boca que estaba destinado a la mejilla, las breves sonrisas y un leve empujón que una mano firme fulmina y entonces a la boca llega lo que está destinado a ella, como se refugian las personas que logran encontrarse y cagándose de risa desde el vestíbulo de un hotel miran a los coches que pasan y cómo la lluvia reagrupa los tres charcos que patearon, así se refugian en ella -en la boca- lo destinado al cuello y lo destinado a difuminarse más allá de la cintura.

Y somos, y no tenemos dimensiones de ningún tipo, y no hablaremos de recorrer distancias ni de prevalecer tiempos ni del disco de jazz a media luz para pastas, vinos y discursos, ni de promesas mirando el atardecer.

lunes, 10 de septiembre de 2018

La Casa Grande

"Es el mejor lugar donde un niño puede crecer." GILM.


Hay tantos relatos de todas las épocas: que había víboras que estaban locas, que unos niños ocultaban una nave espacial detrás de un librero, o que se asustaban a niños y niñas con que al oscurecer había que andarse con cuidado y no alejarse porque Doña Tina se les aparecería, nadie supo jamás quién fue ella o si acaso existió, algunas personas contaban que fue la anterior propietaria de aquel lugar.

De cuando esta parte de la historia estaba lleno de frutos, caballetes, vestigios de guerra, caminos infinitos, cuentos y con suerte algunos tréboles de 4 hojas.

En otra época fue residencia y punto de reunión de la familia Mendiola Turbidi, Don Luis, el padre, era patrón de algunos de sus hijos y los sábados juntaba a las nueras -esposas de sus trabajadores- con todo el chiquitiaje (hijos e hijas) que previamente había sido sentenciado a dos cosas: "¡Ni vayan a andar pidiendo nada y cuando lleguemos, ahí donde me siente, ahí los quiero a mi alrededor!", y no cumplir con las indicaciones era acto de rebeldía, de poca importancia a la vida o, más concretamente, de pendejez, para pagarles lo trabajado.

Don Luis Mendiola y su esposa Doña Cande Turbidi tuvieron 1 hija y 8 hijos: Analía, Luis, Moreno, Roberto, Alfio, Bertoldo, Gastón, Julio y Gonzalo; después también vivieron con ellos Mirtha, la hija mayor del matrimonio entre Alfio Mendiola Turbidi y Edna Basili Capistrán, y Julio Jerónimo, el segundo hijo varón de este mismo matrimonio. Los hijos Mendiola Turbidi tenían dos hábitos para su esparcimiento: la lectura e ir al Batacazzo, una cantina del barrio, a tomarse sus cervezas y/o tragos; en el caso de Analía, y por las costumbres de la época, no podía acompañar a sus hermanos, por lo que solicitaba a Alfio, el segundo del matrimonio de Alfio y Edna, fuese al mismo expendio a comprarle un par de cervezas. En otra época, posterior a ésta y previa a la de esta parte de la historia, Analía pedía a Celso, tercer hijo varón de Alfio y Edna, se presentase los sábados a primera hora para que le acompañase a realizar algunas compras en el mercado; Celso llegaba parece que desde las 7 am y emprendían el viaje, lo primero que compraban, antes que nada y primero que todo, era un jugo de naranja.

Se trataba de un terreno enorme, un mundo dentro de la ciudad, un parque de diversiones donde Don Luis tenía en una castaña un rifle calibre 22 y que alguna ocasión tomaron prestado sus hijos decidiendo probarlo en las profundidades de aquel universo, sin embargo, el agudo oído de Doña Cande que fue a su encuentro les desarmó y les hizo marchar de regreso apuntándoles como flotilla recién capturada. Esas cosas ocurrían en otra época.

De cuando esta parte de la historia si se miraba de frente ese lugar estaban, en orden de la de Mutualismo hacia la de Juan José De la Garza, la Casa Grande, el local de la Wanda, el local de Don Ches, la entrada, resguardada por un oxidado y carcomido portón, y el taller mecánico que tenía frontera con la casa de la familia Morado; el portón era la fachada de una especie de zaguán descubierto que guiaba a las entrañas de ese gigante. Justo al cruzarle, a mano derecha estaba el taller de Julio Mendiola Turbidi, a mano izquierda y a espaldas de los dominios de Wanda y Don Ches un breve techo de lámina en donde Julio estacionaba su coche parecido al batimóvil de Adam West, y un cementerio de autos por donde Peluquín se paseaba y los hijos Maca, hija de Alfio, y sus amigos utilizaban para jugar a las escondidas.

Peluquín era el perro que entonces tenía Julio. Wanda era una enorme señora, de carácter sanguinario con sus hijas Narcisa y Pochita, a quienes se los demostraba a punta de manguerazos, varillazos o poniéndoles sus manos en un comal caliente, y madre de Jacinto Emilio y Aristobal, medios hermanos que se manifestaban en cada oportunidad un odio exponencial. Don Ches siempre fue viejo y era un peluquero de cepa, solo conocía el corte militar.

A espaldas de la Casa Grande primero estaba un árbol de guayaba, después unos cuartos unidos por un solo pasillo y que en otra época fueron los dormitorios de los hijos de Don Luis y Doña Cande, y que en esta parte de la historia era la casa donde vivía Maca, su esposo y los tres hijos de ambos. Esos cuartos no abarcaban todo lo que la Casa Grande, eran quizá una tercera parte, lo que sí es que concluían en la frontera con la familia Álvarez, establecida por un muro de ladrillo al que le faltaba una pieza, espacio en el cual algún diciembre el hijo mayor de Maca detonó una paloma y salió corriendo entre su risa y la de sus dos cómplices menores. El resto de terreno de la Casa Grande que no abarcaban los cuartos estaba habitado por pasillos, jardines y un árbol de moras; después de uno de esos jardines, y en la frontera con los Álvarez, estaba la Carpintería, que era el taller de Bertoldo, frente a ella unos baños y a espaldas de ellos una pequeña vereda delimitada por una breve malla con pies de lámina que algunas veces fungió como portería de aquella cancha improvisada en donde Celso, el Capitán Furia, desparramaba a los menores hijos de su hermana Maca desprendiéndole al más pequeño algunas de sus primeras palabras: "¡Órale! ¡Que no nos gane el pinche Capitán Furia!", y por un pedazo de tronco acostado en donde el mismo hijo de Maca pasaba horas capturando caballetes porque le atraían los colores de sus lomos, y en donde probó con éxito por única ocasión el veneno que inventó para hormigas que ahí mismo, sumergido en su pasatiempo, le atacaron. El veneno no era más que un enorme vaso con agua y la tinta de un pincel disuelta en ella; básicamente inundó el hormiguero. A los pies del tronco un árbol de tamarindo.

Tanto el tamarindo como la valla de tronco, lámina y malla eran el comienzo del inexplorado resto del territorio, el Darién de ese mundo. En esa zona estaban los aparatos hechos por Julio en donde practicaba gimnasio, gimnasia, algo de atletismo, artes marciales y la bandera que es una perfecta joda para brazos y abdomen; a unos metros de eso, una noria a la cual si alguna vez encontrabas un trébol de siete hojas y se lo obsequiabas, el agua podía decirte lo que quisieras de cualquier época o enviarte a otros mundos infinitos, diluidos, extendidos, ocupados por todas las formas y todos los colores, algo como ingresar al cerebro del origen y mirar todas las aristas y un cúmulo de agujas apuntando a un mismo punto y al revés.

Después estaban las ruinas de una pileta y de la herrería taller de Don Luis y bien al final una jungla donde pocos o nadie se animaban y en donde Doña Cande aprehendió a sus hijos con el rifle, donde el segundo hijo de Maca en plena noche entró en bicicleta, cayó y se encajó un tornillo, y en donde en otra época vivió Don Cayetano -quien vendía nieve en un carretón- y su familia; y mucho antes la abuela Yadi, madre de Don Luis.

En la Casa Grande, en esta parte de la historia, vivían Doña Coco -Di Coco pa' la raza- y Marciniano su hijo de quien se decía era un genio matemático, aunque personalmente creo que era solo un reemplazo colocado por la noria y que el verdadero quiso engañarla y ésta lo convirtió en un sapo, sapo que vivía bajo un breve pasillo de concreto que nacía en la cocina de esa casa; el sapo pasaba horas merodeando ahí y siempre al final de su jornada volvía a la humedad de su refugio.

El final de los cuartos era una habitación que en otra época perteneció a Bertoldo y que en esta parte de la historia era un cuarto de acceso exclusivo para Julio. Esta pieza tenía dos entradas, ambas puertas de madera pintadas de rojo; una de ellas estaba por dentro conectada al mismo pasillo, pero bloqueada por libros; la otra estaba casi llegando al muro de ladrillo.

Siempre estará esa duda de qué ocultaba Julio ahí, tal vez magia, alquimia, o quizá algunos pergaminos como los que Melquiades obsequió a los Buendía.

Tantas veces he vuelto guiado por una señora vestida de blanco y que desconozco, ella abre la puerta roja, dentro hay otra pequeña puerta de madera color natural y cada vez que la abro, despierto; estoy convencido que cuando logre no despertar esta señora se animará a revelarme sobre todos los tantos años que vino por mí y me escapé, sabrá que no le temo, que temprano desde los fríos de noviembre la reconocí, que el trébol de siete hojas no es otra cosa que un ticket que ya sirve de muy poco, pero igual nos arrojaremos al pozo. Quizá ella sea Doña Tina.











jueves, 30 de agosto de 2018

...

¿De qué otro modo es posible?

A la mañana los números no cierran, nadie lo creería, lo creemos porque es tu risa y la mía, mi boca desconfigurada y tu labio inferior oculto tras tus dientes, al diario escurriéndosele todas las porquerías y nuestras manos a prisa con dirección a los pasos.

Recién noté que tomé una hoja que tiene impreso el 209 y obvio recordé la ruta de colectivo en Monterrey, somos varias personas quienes consideramos que a los operadores de esa ruta les importa muy poco la vida y siempre van primeros en esa carrera de la que solo ellos están enterados, incluso me animé a comentarlo y me dijeron que el Playa es la máxima aventura en ese rubro; habrá que tomarlo un día, por mero deporte.

Después recordé que la primera vez que nos vimos llovía, me esperaste fuera de un restaurante con una sombrilla muy linda del color de las flores de los lapachos, estabas con un cigarrillo y justo dabas una pitada cuando aparecí con una coca cola.

Nadie lo creería, pero bueno.

Un poco tu boca afligida, otro tanto tu mirada cómplice, era posible mucho más y presumís o amenazás que me sorprendería si te soltases y que toda la radio debe ser una fiesta que te sostiene a pesar del tiempo, y te beso y mi mano en tu pierna, y ojalá ahí pudiéramos tan solo arrojarnos a un ejercicio de completar oraciones, a una sopa de letras donde aparentemente estamos, o al crucigrama inconcluso donde conectan todas esas cosas que al encontrarnos hacemos y que la gente no se da cuenta, y otro beso tuyo me trae de regreso y entonces es adiós o hasta pronto si es que pronto es la vida siguiente o ese mundo alterno del que tanto charlamos.

domingo, 25 de marzo de 2018

Oblivion

Vos sabés que quien muere luchando vive en cada unx de sus compañerxs, y sentí la necesidad de contarte que por primera vez estaría convencido que la muerte me alcanzaría, y me encontró así, en paz y bien preparado, solo esperaba que el corazón fuera ahogándose y mi vista permitiera contemplar por última ocasión una sonrisa, y por primera ocasión en mucho tiempo, tan plena, sin cosas por cumplir ni palabras ni lugares y comenzara la música y lxs amigxs a chocar los tarros.

No somos otra cosa que instantes, eso precisamente condiciona al amor y al odio, al repudio y a la exaltación a un episodio en particular y por completo.

Cansa y jode, y jode mucho intentar mentalizarse o no dar con la manera de estar bien con saber que hay sequía en algún lado mientras acá llueve.

No supiste ser nada más que vida y tu alma se pudrió de ella, y aún en esa instancia te atreviste a generarla y serás siempre todas las sonrisas de la historia descritas en la tuya.

Vos con tanta imaginación y no hallaste ejemplo mejor que luchar, poner el cuerpo y construir, desangrarte para alimentar el ideal de un mundo posible; vos con toda la rareza, esa que poquísimas personas logran reunir jalando una canastilla y copando el súper, oliendo las frutas y devolviendo un gesto que grita todos los platillos; esa que una mano lleva hacia atrás del oído y la otra hacia los latidos y el pensamiento en 3 o 4 compases.

Capaz nos vemos de nuevo, capaz no te libras de mí en ningún universo, pero te quiero ya, en éste, y te quiero en cada mundo posible, en todas las direcciones y en todas partes te quiero igual, antes que todo lo destinado a no ser y primero que toda esa gente destinada a reconocerse.

Por ahora estarás en mis ideas de café o en mis recuerdos de cigarrillos, y si entonces ocurre antes, vamo' al frente y que los pendientes sigan esperando al resto de nuestras vidas.

martes, 20 de febrero de 2018

En cualquier plaza

Debe amarse con el estómago vacío, cierto, no con la sangre procesando, sí que en algún punto convoca y toda se manda de golpe, todas las reservas se exigen y se acentúan los aleteos y ¡carajo!, no quiero estar en otro lado y no encuentro razones para siquiera pensarlo, y qué bien se siente, y qué bien coordinamos nuestro baile en la cocina, y qué bien se mira mi sonrisa junto a la tuya por tu mirada hacia la mía, y todos los leves empujones para echarme del baño que postergan la ilusión de jamás partir del magnífico paisaje que comienza en el improvisado atado de tu cabello y la toalla invita a redescubrir. Todas las veces que te escabulles hasta la primera fila de mi recital de regadera, y todas las veces que me doy cuenta y no me detengo, y soy un mago arrojando agua tibia y te ríes diciendo que no, te tomo de la mano y te subo al escenario y vamos largando tu ropa húmeda, y qué lindo que nos vemos ahora.
Llenarse de mesura y control es cobardía, es no tener imaginación; no, nosotros no, nosotros en cambio somos dos carnavales eternos ocupando la ciudad, todas las calles son nuestras, cada farol, cada lluvia y todos los barquitos que todavía hay gente que cree en perseguirlos. Nosotros nos revolcamos sobre los adoquines de cualquier plaza a fotografiar callejones o edificios, y nos levantamos y no nos sacudimos, y jugamos a atrapar todas las luciérnagas de piso, brincando y cayéndoles encima, tapándolas el tiempo necesario para abandonarlas una vez que nos haya calentado el zapato, y qué lindo nos vemos también.