jueves, 30 de mayo de 2019

On melancholy hill

¿Viste esas personas que tienen canción favorita de los sábados por la noche? Dicen hacer el amor, como si el amor pudiese construirse así nada más, como mover un mueble hacia otra esquina.

Ah! Esas parejas que esperan la oscuridad en la Plaza de las Damas, son 3 o 4 bancas sobre un corredor a un costado de los columpios y la cancha de básquetbol; ya se lo han preguntado: ¿por qué hay que esconderse? ¿no merecemos vernos o es que cuando todo es armonía el rostro confiesa lo más simple del universo? Millones de mariposas negras y tan solo dos muchachas con cabello bastante rizado sacándose fotos, incorporándose al calor y a la ciudad cuyos rincones, todos, enmarcan majestuosamente su majestuosa alegría.

Qué pequeño que es el mundo luego de 28 o 34 años y algunos viajes a la luna; César y Alena en una explanada lejana enviando pequeñas cartas desesperadas a un teléfono para que interprete y construya el sentido de este destino, y detone y derrumbe tantos otros sin salas de espera, sin trenes, sin Helsinki-San Petesburgo, sin hookah, sin taxis clandestinos.

Pensaba en nosotros girando en mitad de una terraza; pensaba en tu mano, es la tranquilidad y la alegría que hace años se te extraviaron y viniste a reencontrar con tu oído fuerte contra mí.

Por primera vez la superstición nos juega a favor, incineramos una carta, cada palabra, y el humo y las cenizas la reescriben. Claro, no vienes de ningún Boston, tu risa es lo ideal para los horribles días, y para los magníficos también.

No dormiste profundamente y hospedaste esa idea en tu cabeza, estabas en otra dimensión con formas nuevas, un ojo péndulo al extremo de un hilo de saliva atado a la sonrisa de un payaso impresionado por una bailarina acariciando una cortina que le ronronea a los pies.

- ¿Bailas?

- Mmm... No sé bailar, pero me divierto. Vas a tener que enseñarme tus mejores pasos.

- Aprendamos entonces juntos.

- Me parece.

- ¿Cuándo o qué?

- Apenas un sábado, ¿no?

- Le quedan 47 minutos a éste.

Sujetaba su cabello tras sus orejas y lo miraba.

- ¿Qué hora es? - preguntó ella.

- Las 11:14.

- Bueno, 46.

- No podemos solo dejarlo vivo, lo mismo hacemos con todo.

- ¿De qué hablas?

- Los sentimientos. Son objetos en nuestras manos y van a extenderse o empolvarse en una caja de vida diez años antes.

- ¿Como cápsula del tiempo?

- Sí.

- Tienes razón, lo manoseamos tanto hasta que ya no sirve más y un buen día ya no enciende.

- No hay palabras que le den otra dimensión, la oportunidad de dejar la realidad y ser ideal.

- ¡Claaaro! Ni en cartas podrías detallar mejor lo que viviste.

- Tal cual. Creo que por eso cerramos los ojos y volveremos cualquier día al cerrarlos de nuevo.

- Me agrada, es una buena explicación.

- ¡Bah! ¡¿Qué sé yo?! Los cerramos y volveremos sin espejos rotos...

- ¡Sí! ¡Sin espejos rotos, sin el sonido escapando!

- ¡Ajá! ¡Sin el sonido escapando, sin entradas forzadas, sin golpes de arenga!

- ¿Quién ocupa la luz? ¡Qué gente tan limitada!

- Tengo la esperanza de escuchar que no tienes que levantarte temprano, aunque mientas; que roces mi mano con obvias ganas de sujetarla, palmearte el hombro advirtiendo lo mucho que quiero abrazarte.

- Habrá que quemarlo todo, solo así existiremos. Que me hables tantas veces de ese lugar, ese donde amanecemos juntos, de tus pasos sobre la arena de Creta, de todas las frases y todas las anécdotas de una viejecita que no conocí.