martes, 10 de diciembre de 2013

El exorcismo (8 de diciembre)

No creo en los exorcismos, pero es porque siempre creí que todo proceso de esta índole, precisaba la cabeza del afectado, girando mientras el mismo, gatea por el techo.

     En el futbol como en todos los deportes y como en la vida misma, las cifras o estadísticas sirven para marcar una referencia en una historia, para clasificar personas y, de ocuparse, para erigir un héroe; pero, aunque los números lo sugieran, nada es garantía.
     Las estadísticas, en lo personal, me dicen que, si me es posible, no salga, incluso ni al baño, los días 8 de diciembre. Los momentos más lúgubres de mi vida, el tiempo, en sinergia con el destino, los han anotado todos en ese día.
     De mis rupturas amorosas, las dos más severas, las que me refugiaron con la raza, la cerveza y el cigarro por meses, se escenificaron un 8 de diciembre; las únicas ocasiones que me han asaltado, fueron un 8 de diciembre; la más lamentable experiencia laboral que he tenido, igual fue un 8 de diciembre. También un 8 de diciembre falleció el abuelo, me quebré un brazo, y así varias cosas más; entonces, volviendo al punto, la estadística dice que mejor no salga.
     Lo anterior lo comento porque otra vez el tiempo en sinergia con el destino me ponían una prueba más de su implacable manera de trabajar; y en otro 8 de diciembre, me colocaron un importante evento y, francamente, no quería atenderlo.

     Tengo entendido que hacía años que la empresa donde ahora trabajo, no organizaba torneo de futbol y bueno, tras algunos años, lo volvió a hacer. El tiempo, en sinergia con el destino, me llevaron a cumplir con mi palabra y jugar con el equipo con el que ahora juego: los CHOLOS. Sin conocernos y ante la incertidumbre, resultamos un tremendo equipo, sin rayar ni pegarle al: "¡nombre, se maman! ¡juegan con madre! ¡el Barsa se queda pendejo! ¡que nos echen al Bayern!"; somos un buen equipo y, para la jornada 9, habiendo jugado 7 partidos, llegando con récord de 6 ganados y 1 empate, nos tocaba jugar contra Alemania, segundo lugar con 6 ganados y 1 perdido, pero otra pinche vez se aparece un pinche 8 de diciembre… ¡chingada madre!

     Está comprobado que la única manera de levantarme temprano, al decir temprano quiero decir antes de mediodía, y que me importa pura madre si ando enfermo, es si tengo juego de fucho.
     Al chile, no quería ir al partido porque no quería otra pinche tragedia. Si bien es un juego de futbol, mis compañeros qué culpa tienen de que este pinche día sea maldito para mí. Igual fui.

     Andaba de viaje y llegué sobre la hora, casi como brincando con costal porque camino a la cancha iba haciendo striptease. Justo cuando toqué reja, y con un tiro de media distancia, nos hicieron el primero; minutos después… bueno, perdón, primero que conozcan a los responsables de esta historia que acá les cuento.
     El portero es Marco, llegó a mitad de temporada porque David (el portero que inició el torneo), simpatiza más con la idea de aportar estrategia y motivación desde el banquillo, y lo invitó a formar parte. Me parece que Marco bien podría ser sacado de un anime, tiene la agilidad de un felino, la vista de águila, los ojos de muñeco, la sonrisa como un amanecer… ¡ah chingá… no! ¡Ya distorsioné este pedo! El caso es que es un porterazo y no tiene guantes.
     La defensa la cubren Raúl, de estatura titánica y fuerza hercúlea, hercúlea del verbo Hércules, no se mamen; es conocido como el hijo de Odín. El elegante Pedro, que juega como si James Dean se estuviera acomodando el cuello de la chaqueta, chaqueta del verbo prenda para el frío, mientras se fuma un cigarrillo. El omnipresente Víctor, que para cuando uno piensa: "¡ya valió madre, nos agarraron mal parados!", Víctor está rechazando la bola; es humano, no se espanten. La defensa  es su zona, Gera, que si fuéramos epopeya homérica, éste sería "el de los pies ligeros", Hermes, Mercurio, o algún malandro de esos que si no los alcanzas en el primer metro, ya olvídalo; rápido y de mucha técnica.
     El mediocampo lo envidian todos. Se los digo de posta, cada que paso lista mentalmente, me suena a como estoy seguro que le sonaba a la gente que iba al gimnasio a ver al representativo de basquetbol de EUA en los olímpicos de Barcelona en 1992: un DREAM TEAM. Están: Carlos, que parece inglés, de ésos que uno se pregunta cómo es que apesar de tanto desgaste, nunca se ensucia el uniforme; clase y buena pegada. Marcelo y Javier, que si les digo que los conocimos en Villa Fiorito enseñándole al Diego cómo jugar, lo creen; y se los digo porque los dos logran jugadas que sólo vi en un Play Station: corren, driblan, mucha técnica ¡par de jugadores! Javier padre es el parque en medio de una jungla de concreto, nos da respiro a todos, tiene más condición que media liga junta, y no se complica, recibe y toca. Seguro.
     La delantera, si fuese cuestión de conquistar mujeres, tendríamos a la envidia de los solteros y al terror de los casados: Diablito y Michel. El primero, vuela; parece que le urge llegar al baño, el problema para los rivales es que sabe trucos de magia con la número 5, la hace pequeña y no la ven jamás; además es frío para resolver, tiene temple quirúrgico. El segundo es parte del robo, ya por terminarse la temporada y nadie entiende que no le deben dar espacio, le tiemblan las piernas a la hora de definir: goleador de la liga, letal, el Chuck Norris del campo; más zurdo que mi tío Ramiro quien perdió la pierna derecha en un accidente.
     El equipo lo dirige el tigre Luis, que parece que inventó el juego: estratega, motivador y sabe cargarle al árbitro y a los contrarios.
     La esencia de cómo nos comportamos, se la debemos al tigre Harris, legendario jugador que creció y fue educado en las montañas, porque su entrega y manera de leñar, no se aprende en otro lado. Harris es para CHOLOS lo que Yaga para León O, el señor de los Thundercats.

     Les decía, minutos después del 1-0 en contra, los traíamos en chinga y luego de un rebote, Marcelo les clavó el empate. Lo gritamos todos. Después el DT me dejó participar en la defensa.
     Ya para terminar el primer tiempo perdimos la bola en mediocampo, salgo tarde, nos agarran mal parados… ¡tronco! ¡2-1! Así nos fuimos al descanso.
     Tuvimos plática correctiva y entramos decididos a darle la vuelta, pero otra bola perdida en mitad de campo, mal parados… ¡tronco! ¡3-1! Luego, ooootra bola en mediocampo, mal parados… ¡tronco! ¡4-1! ¡No mames! ¡Putos 8's de diciembre! ¡Tragedia!
     Después, no sé, sólo escucho un reiterado: "¡venga cabrones!". El equipo retomó control de balón. de un lado a otro, pero no caía el descuento.
     Iba Javi por la derecha, el sacado de Play Station se manda una jugada que no terminó al fondo de la red, además pinche portero estaba en plan de tocado por Dios. ¡No mames! Venía de nuevo Javi por la derecha, saca un tiro que le desvían y se va a la banda; la tragedia iba tomando forma. Luego, para engrosarla más, la pinche banda rival comienza con frasecitas a tono de grito: "¡pinche súper líder jodido! ¡¿Dónde está el súper líder?! ¡Pinche equipo pedorro! Eso como que se mezcló con el aire, lo respiramos y todo comenzó a salir.
     Javi otra vez por derecha. saca un tiro que desvía la defensa, pero el rechace sale al centro donde estaba el zurdo que, como bien les dije, no deben darle espacio, la prende de volea y acto siguiente el portero va y la busca al fondo de la portería. ¡4-2!

     El rival presiona a montones al árbitro, uno de sus reclamos, muy válido, era porque los dos equipos traíamos camisa roja y ellos exigían una casaca que hiciera diferencia; el árbitro los sacó cagando, el DT de ellos se incomodó un poco, pero más nada. El resto de los reclamos, puras mamadas; mamadas que provocaron que nuestro DT también se encabronara, aunque él sólo hizo dos reclamos: uno lo sacó cagando el señor juez, y el otro fue por los brazaletes que se exigen para los externos a la empresa. El último procedió justo después del 4-2 y de cuando el árbitro me respondió que quedaban 4 minutos para el final.
     Cuando el árbitro me dijo de los 4 minutos, todos esos lóbregos sucesos de 8 de diciembre, me pasaron por la cabeza… ¡chingado! Como cuando te levantas luego de una muy buena peda y la saliva te sabe a cenicero y piensas: "¡¿por qué chingados fumé tanto?! ¡La última caguama no debí abrirla!", o cuando te despiertas con el mastique suelto y el octanaje muy alto y dices: "¡pinches tacos ¿para qué iba?!" Bueno, yo sólo pensaba: "¡¿para qué chingados venía?! ¡Nomás a joder al equipo!", pero como Liverpool en Estambul en el 2005, como el fénix, y con la soberbia de éstos, todo cambió.
     Víctor, el omnipresente del campo, manda un pase a Michel, pero el balón corre un poco más. El balón iba botando y Michel, una jugada que parecía perdida en las jodidas estadísticas, hace algo entre media tijera y chilena; vaya, regresó el balón al centro del área, el pex para los contrarios fue que todos se fueron tras Michel, incluso el portero, y solo como letrero en carretera, entraba Carlos, el inglés, a cabecear y marcar el 4-3.

     Dios sabe que no miento, cuando Michel recibe de espaldas en 3/4 de cancha, pisa la bola, se da la vuelta y toca a la banda derecha; un toque tan suave que llega justo a su destino, como cuando de noche tomas un carro y vas a asomarte a la calle donde vive la mujer de tus sueños, avanzas despacio como si se detuviera el tiempo, como si eso la iluminara más, como si eso la levantara a que la vieras, y llegas justo frente a su casa y arrojas una flor, un poema; así el pase de Michel, correspondido por la llegada de Javi, que pegó un fierrazo que para cuando el portero volteó, ya estábamos todos acomodados en nuestro campo, esperando que sacara la bola del arco; Dios sabe que cuando eso pasó, yo estaba más emocionado que un niño en juguetería, más extasiado que Víctor Hugo Morales con el gol de Maradona a los ingleses en el 86'; más al borde de un emotivo llanto como cuando al chico de 18 años le dice su novia que después de 2 semanas, ya le bajó ¿Preguntaron por el súper líder?… ¡Tomen, putos! ¡4-4!
     Ya no importaba cuánto quedaba, el tiempo, en sinergia con el destino, iban a meter el quinto gol antes del silbatazo final.

     ¡Qué equipo! Nunca nos caímos ni en el más oscuro momento del juego.
     Ellos estaban desencajados, quizá más analíticos de qué carajo les estaba pasando, que de terminar el juego.
     Recupero la bola, se la mando a Marcelo en la parcela izquierda, recorta a uno, se perfila y un perfecto carnicero se barrió a tapar, pero las barridas están prohibidas. Tiro libre, queda nada y, frente al balón y la barrera, está Michel. Me acerqué con Michel a decirle que si no hallaba el espacio justo, la tocara a la derecha donde le iba a pegar con todo lo acumulado de los 8 de diciembre y exorcisarlo para siempre. Michel asintió con la cabeza, pero su mirada ya estaba festejando la antológica mañana que acabábamos de gestar. Dio tres pasos hacia atrás, escuchó el silbatazo, trotó y pateó. Lo más parecido al trayecto de ese tiro libre es cuando andas pateando la pelota dentro de casa, le pegas al florero y miras en cámara lenta cómo va camino a desintegrarse tan pronto toque el piso; así fue el disparo. El balón pasó por un costado de la barrera, por debajo de los pies de un defensa y, por último, por debajo de los estirados brazos del portero; para cuando volví en razón, ya estaba buscando a Michel que festejaba con la banca. ¡Súper líder! ¡5-4! El juego terminó.

     Hay que tener cuidado con lo que pedimos porque puede cumplirse. Ellos preguntaron por el súper líder y lo hallaron. El desenlace del torneo se los debo, lo importante es que los 8's de diciembre, chingaron a su madre.




a. lombardo

lunes, 18 de noviembre de 2013

Otra verdad

Para hacer un poco de tiempo
¿puede uno crear más tiempo?
o ¿es sólo una manera bastante estúpida de buscar valor?,
si es que acaso es lo que hace falta.

Primero te voy a agradecer:
tu atrevida sonrisa le ha devuelto las palabras a mis manos
y les ayudó a interpretar lo que mi semblante entero
no consigue ocultar.

Sí, estamos inmersos en una enorme distancia
tan corta y tan lapidaria.
No es el paso que doy siguiendo los dos que tú das,
es la impensable posibilidad de inventarme
y remover, de entre todas mis erradas decisiones,
ese amor tuyo que mostraste sin más,
ese amor nuestro que nació en un viejo sofá
brillando entre montones de letras;
ese amor que sujetaste en un cepillo y lo volviste canción
teniendo por audiencia sólo mis oídos,
y mis ojos atentos al camino y a tus gafas.

¡Ah! Esa abrumadora y envolvente intensidad tuya
a la que despacio le dije que volvería y no lo hice;
todo este tiempo lleno de una convicción
que lo llenó todo de vacío.




a. lombardo

jueves, 7 de noviembre de 2013

DALM

Eso es lo que observo de las oficinas,
son en ocasiones como esos hospitales psiquiátricos
que nos muestra el cine, que nos muestra la realidad:
los encargados te quieren sedado y deambulando, ausente;
silenciado por esos parcos pasillos,
hasta que llega un cuerdo
que se hace pasar por un loco más
y los despierta a todos.

Me pasa muy seguido a la hora que despierto,
en el sillón junto a mi cama,
tomándose un mate, fumándose un cigarrillo,
está el verdadero yo; lleva horas despierto
o tal vez sin dormir, observándome para preguntar
por los argumentos que lleva pidiendo para aceptar
o convencerse de esto que día con día
le indico que acepte,
después para gritarme que le parezco imposible,
y no entiende cómo me gusta seguir,
si lo que él ofrece, es mucho mejor, más sencillo.

Lo observo, me levanto y hablo de un pacto.
Me termino su cigarrillo, me tomo un mate y está ahí,
con su pantalón corto, sus tenis, su chaqueta delgada:
con su cara de gato, su balón, su saxofón, su pluma, su libreta;
siendo él para dejar de ser yo o dejar el disfraz, ese pesado e inerte disfraz.
Estamos siendo de verdad, estamos ocurriendo.

Ese soy yo, sin espejo, tan sólo yo.
Ese soy yo: mal hablado, alburero, vulgar, alegre, bromista,
sarcástico, amable, impulsivo, impaciente;
quien no acepta las cosas como le son dadas,
con montones de música, con algunas palabras,
con algunos bailes, con algunas historias,
con tantos lugares y tantas comidas, con tantas personas;
ese soy yo, con un solo tiempo al que hay que atender
porque sólo seré esta vez.




diego lara

lunes, 15 de julio de 2013

Esa canción

¿Recuerdas el día que quisiste enseñarme a bailar, ahí en medio del estacionamiento? - preguntó él mientras cruzaban una plaza. - El estacionamiento que está cerca del local donde compramos helado, bueno, compras porque yo siempre pido mate u otra cosa... ¡Ja! igual no venden tantas cosas.
Me estaba acordando de ese día porque aunque parezca increíble, no he vuelto a bailar, y no es por ponerme sentimental, pero quiero saber el nombre de la canción que cantaste para mientras bailábamos.
Hace unos días subí al camión, al que pasa por la rotonda frente a la escuela; de hecho ahí subió la pareja de la que quiero hablarte: ella usando bastón, y él usando aparato para poder escuchar.
- A mí me gusta viajar en camión – interrumpió ella.
- A mí también, sobre todo los días lluviosos – continuó él. - Te decía, ¡qué linda pareja! Me di cuenta que ella venía haciendo corajes y él se puso a cantar "o quizá simplemente te regale una rosa": "y llovía, llovía", ella empieza a reír mientras lo mira, no sé, como cómplice de algo o de muchas cosas, como festejando que sabe que así él la ignora o así hace menos su coraje; él ríe mientras la mira de reojo, quizá sabe que el coraje pasó y empiezan a hablar:
- ¿Sabes? No me lo tomes a mal, aunque sé que te vale - dijo ella.
- ¿Qué pasó, Doña Jaquecas? - pregunta él.
- ¡Ja, ja, ja... cállese, Don Tapia! ¡Parece que estás sordo!... ¡Ja, ja, ja!...  ¡Tapiado!
- Bueno, ¡¿qué?! ¡¿Hay chingazos?!
- ¡Ja, ja, ja... cállate!
Por un momento se quedaron callados, se miraban, sonreían, no sé, como si estuvieran haciendo recuento del tiempo juntos, bueno, eso me pareció a mí.
- Siempre has sido el mejor apoyo, mi bastón - continuó ella.
- ¡Mta! ¡'Ora soy bastón! o ¿es albur? ¡Vieja mañosa!
- ¡Ash! ¡Nunca se puede hablar serio contigo!
- ¡Ya 'mbe! ¡Dime pues lo que ibas a decir!
- ¡No, ya no! Te hablo bien y sales con tus cosas.
- ¡Pero igual, igual, igual... me estás tratando mal! ¡Ja, ja, ja! - cantó de nuevo y volvió a reir.
- ¡Ja, ja... eres un menso! Lo del bastón es porque siempre has sido apoyo, mi soporte; quiero decir que tú me bastas para poder andar.
- Ay, vieja, ¡esta chingadera no funciona! ¡No te escuché ni madre!
- ¡¿Ves cómo eres?!¡Nomás me haces sentir mal! ¡Escuchas lo que te conviene! ¡¿Cómo lo demás si lo escuchaste?!
- ¡Ja, ja, ja... déjame terminar el comentario!
- ¡¿Qué?! A ver, dime.
- Esta mugre no funciona y quizá escuche muy poco de lo que dices, pero entiendo lo que es verte, lo que fue verte por primera vez, lo que he sentido desde entonces, por eso he procurado ser al menos tu bastón.
- ¡Ay, ¿qué?!¡¿Qué con eso?!
- Sí, vieja... quiero decir que aunque no escuche, tratándose de ti, siempre me bastó con mirarte para entenderlo todo. –Ya con eso la señora se acurrucó con el señor. ¿Cómo ves? ¿Qué te pareció?
- Pues está muy bonita la situación, pero ¿qué con eso? Te pregunto bien.
- Mmm... ¿Cómo es que se llama la película que nos recomendó el viejito?
- ¿Cuál viejito?
- El viejo que nos sacó plática en el aeropuerto cuando fuimos a dejar a tu tía.
- Mmm... No me acuerdo ni del viejito ni de la película.
- ¡Sí! Esa película de una pareja que se dan un apañe cuando estaban chavos pero que ella se iba a casar con otro tipo y le dice al cuate del apañe que pase lo que pase, cuando estén viejos, quiere echarse en la nieve junto a él a observar una aurora boreal y entonces morir.
 - Mmm... ¡No! No me acuerdo. Oye, cambiando de tema... ¿buscaste cuadros de los pintores que te dije?
- Sí, algunos, pero neta me explicaste un buen de veces y nomás no me queda claro.
- ¡Ay! Pasa lo mismo con tu música.
- ¿Qué? ¿No lo entiendes o qué?
- No, burro. La pintura es como la música, representa un momento, una situación, no tanto que tenga un significado en específico, bueno, sí debe tenerlo, pero es lo que significa para ti; ya ves lo que me decías de que la canción puede estar bien chafa, pero que igual y estaba de fondo cuando te felicitaron porque te graduaste de la universidad, o estaba de fondo cuando te dijeron que te iban a aumentar el sueldo, o cualquier cosa.
- Ajá...
- Pues eso, la pintura y la música son lo que representan: lugares, situaciones, personas; son una máquina del tiempo.
- Je, je... de los que me mencionaste, me acuerdo de un tal Miró.
- ¿Ah, sí? ¿Y qué recuerdas?
- Que están muy coloridos sus cuadros y muy raros.
- ¡Ay, ¿qué?! Eso está muy random, básicamente no te creo que los hayas buscado.
- Del arte como de tantas cosas, entiendo muy poco. Me preguntas y para mí, Miró son cuadros extraños, desarticulados, sin sentido, una forma roja casi como sosteniéndose de una línea negra y ahí están, como espantadas en toda una zona que no sé ni se me ocurre cómo llamarla; son un montón de figuras, asteriscos, ojos amarillos, verdes...
- ¡Ay, bueno... me pediste que compartiera algo, igual como me dijiste: "no tiene que gustarte".
- ¡Ja, ja, ja... no!
- ¡Ay, no te entiendo!
- Son extraños, pero así es el surrealismo ¿qué no?
- Sí, así.
- Me parecen extraños, pero no pude dejar de mirarlos y no quise hallarles significado. Bueno, de pronto caí en cuenta que así como con Miró, me pasa algo similar, así desarticulado. Quisiera poder desglosar más a Miró, hallar sus códigos, detectar que ese pequeño universo que mira hacia el pincel que lo inventa, mira a un hombre sencillo, intranquilo por creer que su pintura jamás dirá lo mucho que siente por ella.
- Ajá...
- Así quisiera poder desmenuzarme y no puedo.
- ¿Cómo?
- Me considero un tipo sencillo y me encuentro intranquilo por creer que lo que hago jamás dirá lo mucho que siento por ti, mi estrella matinal; figuras y colores, formas extrañas arrojadas sobre un lienzo como piezas de matatena y que como la matatena, hay miles de maneras de resolverla.
- Gracias.
- ¡Bah! ¿Y si se trata de sus sueños? ¿Si encontrar esos ojos de colores signifique una oculta necesidad de mirarte, y la realidad es que no puedo ocultar esa necesidad?
- Al menos hallas diferencias entre sueños y realidad.
La lluvia no es que sea de todos los días, pero al menos, en esta región, es más vista que la nieve; de hecho habría que investigar si alguna vez nevó. En fin, caminaron por una pequeña calle donde a las pocas cuadras estaban unos niños celebrando lo que parecía un importante juego de futbol, con sus porterías de 2 pasos de ancho y los postes hechos con los pedazos de piedra que fácilmente se encuentran cuando algún vecino recién hizo remodelaciones a la construcción de su casa; la pelota era casi esférica y con el escudo de la Selección impreso dos veces. Los equipos se miraban balanceados, de un lado buscaban siempre a un niño de tal vez 10 años que portaba una camiseta azul con amarillo con el número 10, y del otro lado, todos los balones iban para un niño de también quizá 10 años, pero él portaba el 10 sobre su camiseta azul y blanca.
El "10" albiazul burló a 3 rivales, luego le hizo túnel al "10" azul y amarillo y el portero no fue gran resistencia, mandó el balón a guardar, pero éste salió algo retirado hasta donde venía la pareja. El joven trotó un poco para anticipar la llegada del balón, cruzó las piernas como si fuera a hacer una "rabona", dejó entrar la casi esférica hacia su pie derecho, la levantó lo suficiente para descruzar sus piernas, recostarse un poco y pegarle con la zurda con tal precisión que "El 10" azul y amarillo, quien apenas se dirigía hacia ellos, la acunó entre sus brazos con ayuda de su vientre.
- ¡Ohsu! ¡Le pegó con ganas, señor! - dijo "el 10" azul y amarillo, olvidando el bailecito que les acaban de pegar.
- Je, je, je - rió tímidamente el tipo.
- ¿Usted juega, señor? - continuó "El 10".
- Alguna vez hace tiempo.
- ¿Quiere jugar ahorita?
- No, gracias; debo acompañarla - respondió el tipo mientras daba una leve palmada en la espalda del niño como en señal de amistad.
Siguieron caminando y entonces ella preguntó:
- Oye, ¿por qué tu pueblo es capital?
- ¡Ja, ja, ja... mi pueblo! ¡No sé! ¡Desde que tengo uso de razón, ya era!
- Vaya, no te ofendas, pero recién fue un amigo a cubrir un evento y me dijo que no hay nada: no hay vida nocturna, no hay lugares turísticos, ¡nada!
- ¡Ja, ja... entiendo! ¿Qué evento fue a cubrir? ¿Es periodista tu amigo, supongo?
- ¡Sí! Fue a cubrir un regional de atletismo, creo.
            - ¡Ah, ok! Entonces seguramente estuvo yendo al estadio.
            - Ni idea, pero ¿qué con eso? No responde a mi duda.
            - Bueno, para allá voy. Es cierto, tiene muy pocas cosas, pero para mí es magnífico, muy bonito. Ese estadio se conecta con un parque por medio de un pequeño bulevar, también muy bonito; bueno, a mí me gusta mucho. Tendrías que verlo como yo lo hago.
            - Sigues sin responder.
            - La ciudad está a los pies de la sierra.
            - Ajá...
            - El pequeño bulevar es la calle Francisco I. Madero.
            - A ver qué tanto sabes de historia, ¿de qué es la "I"?
            - Ignacio.
            - ¡Qué ñoño eres... ja, ja, ja!
            - ¡Tú también sabes... cállate ñoña!
            - Bueno ¡ya! Sigue platicando, pues.
            - Justo en la salida del estadio vendían unas chamoyadas que estaban bien chidas.
            - ¿Chamoyada?
            - ¡Sí! es como un yuki, pero más chido... ja, ja, ja.
            - ¡Ay, sí; ay, sí! ¡Mi ciudad, mi ciudad!
            - ¡A huevo! ¡Ja, ja, ja! ¿Está mal?
            - ¡Ja, ja, ja... no!
            - A dos cuadras del estadio, en Allende, está una pastelería, igual sé que no es que sean únicos de mi tierra, pero dentro de la rutina en que te sumerges, es muy lindo frenarte, llegar y salir creyendo que la vida se resuelve en esa porción de pastel en presentación individual.
-          A mí me gustan mucho los pasteles. ¿Cuál es el que más te gusta? A mí el de chocolate.
-          No me gusta el chocolate…
-          ¡¿Qué?! Es como decir que no te gustan los Beatles… a todo el mundo le gusta; de hecho un jefe que tuve me dijo una vez que quien diga que no le gusta el chocolate, está mintiendo.
-          Bueno, quizá sea un mentiroso, pero no me gusta y déjame vivir con mi mentira.
-          ¡Ash! Está bien. ¿Qué más?
-          Ummm… bueno, una cuadra después y hasta antes de las 5 de la tarde, llegas a comprar fruta; no es la súper fruta, pero se vuelve algo parecido al pastel, estás sobre la calle mirando pasar un montonal de carros, de personas ensimismadas que tal vez acaban de conseguir empleo, los acaban de asaltar, acaban de conocer a una persona que les interesó, y tú a un costado comiendo fruta y escuchando los chismes que ha visto el dueño del negocito.
A 5 calles de ahí está un jardín de niños, que cuando yo estuve, pensaba que era eterno; tiene un anfiteatro donde jugábamos futbol y los precoces en historia, juraban que estábamos en medio del coliseo romano. Frente al jardín ahora está una tienda, pero para mí es como si el pequeño local donde vendían helados quedó detenido en el tiempo, como si aún existiera y bueno, es triste ser el último por quien sus papás pasan, el llanto inunda tu mundo y un buen cono de esos helados aligera tu carga y la de tus padres de tener que aguantarte.
-          ¿O sea que eras un niño fastidioso?
-          A mí me parece que sólo dejé de ser niño.
-          ¡Ja, ja, ja… tonto! Bueno, ¿qué más?
-          Ok, ok. De ahí hasta el parque son otras 5 calles, por todo ese pequeño bulevar recuerdo un montón de flamboyanes, ese color anaranjado que me resulta tan alegre y tan melancólico al mismo tiempo.
-          ¿Por qué?
-          No sé, de verdad no sé; su color es alegre y punto, pero por alguna razón extraña, me resulta un árbol melancólico, ¡bah! No me hagas caso.
-          Bueno. Me decías…
-          Ok. Ya en el parque observas que está todo muy oscuro, pero cada paso que vas dando, va revelando su encanto; hay muchas parejas: cómplices y ajenas, manifestándose todo y sin hablar.
-          ¡Ja, ja, ja… se van a como dices tú: “hacerse mañas”!
-          ¡Ja, ja, ja… cuenta la gente, yo no sé!
-          ¡Ja! No entremos en detalles.
-          Ok, continúo.
-          Sip.
-          Hay todo un corredor con un montón de puestos, bueno, no sé si sigan ahí, pero le llamaban “Las Artesanías”; francamente no había artesanía sólo alguna fayuca, pero gustaba de caminar ahí. Si rodeas un poco el parque, llegas a una fuente en forma de cascada que es la fachada de un pequeño teatro al aire libre; una breve avenida desemboca en la cascada, pero esa avenida es como la alfombra roja de las galas, sólo que acá es un pasillo con vallas hechas de jacarandas.
-          ¡Orale! Suena muy lindo.
-          ¡Claro!
-          ¡Ay! Bueno y luego.
-          Bueno. A final de cuentas vienes andando por sobre unos brazos naranjas hasta llegar al brote de agua fresca, levantas la cara y hallas una vereda violeta que se disuelve en tal vez la comisura de una mágica sonrisa oscura, en una majestuosa cortina de verdes claro-oscuros – hizo una pausa, dio un suspiro y antes de continuar, ella habló.
-          Quisiera conocer tu pueblo, pero quiero decir, tu versión de él; tal cual tú lo miras poder mirarlo.
-          Ese cuadro no lo hallas entre las figuras de Miró; tus alegres brazos, la veta naranja de sus movimientos tan atrabancados, tan precisos; tú como cascada imponente, fachada de un teatro, cada sensación es posible. Tú como vereda violeta que te disuelves en tus lindos ojos verdes, majestuosa cortina, y arriba, el cielo, los pensamientos por donde quisiera volar.
Siguieron caminando y conversando, querían hablarlo todo como retando al tiempo a que no pasara.
            Avanzaron y avanzaron, en algún punto algo debería indicar que caminaste suficiente, y parar, descansar un poco, pero a veces eso simplemente no tiene importancia. Vas codo a codo y tus pies continúan siguiendo los de ella y viceversa; también en ocasiones hallas palabras que van muy bien en el discurso de una persona, tan bien que no te animas, te sientes sin el derecho a pronunciarlas, a utilizarlas.
            Esa linda sensación de conversar con la persona que cada que hablan descubres a alguien distinto, totalmente nuevo, y al final del día, es la persona que la noche anterior te repetías que tenías que buscar hoy.
            Horas caminadas, cuadras y cuadras conversadas, comentándolo todo; risas ingenuas, breves distanciamientos para festejar estar con alguien con algo en común.
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A veces pasa que decides ir a tal parte y lo haces caminando, a mitad de trayecto encuentras una piedra o un bote y comienzas a patearla o patearlo, después se vuelve tu acompañante porque le vas confiando tus pensamientos; el bote o la piedra aceptan que existen para ser pateados en ese momento, y tú aceptas tu función, a cambio le cuentas todo, haces un lazo. Llegaste a tu destino, el camino y el tiempo no se sintieron, y mucho se debe al bote, a la piedra; algo semejante le pasa a ellos dos, a ella y a él: no notaron ni tiempo ni distancia, pero sin bote, sin piedra, sólo bajaron sus palabras y las llevaron por donde andaban.
            El más cotidiano de los detalles puede hospedar la más grande de las bellezas.
            No se habían percatado del rumbo tomado, iban cruzando un estacionamiento cuando ella comenzó a cantar:
-          Y aunque enamorarme de ti me lo tengas prohibido… quiero bailar un slow with you tonight…
Él volteó a mirarla, se sonrió:
-          ¡Esa es la canción!
Ella continuó tarareando un poco, sonrió:
-          ¡Este es el estacionamiento!
-          Y ¿cómo se llama la canción?
-          Slowly.
-          ¿Quién la canta?
-          Luis Eduardo Aute.
-          ¿Bailamos? – se animó a sugerir él.

-          ¡Sí!

lunes, 8 de julio de 2013

Buenos días

Buenos días, tal vez más tarde pueda acomodar los hechos porque francamente no estoy seguro  de qué ocurrió primero.
      Hacía tiempo que no fumaba. Esa mañana me hallé sentado en la Plaza de los Platitos, tenía un cigarro en la bolsa de la chaqueta y espero no sea pie de albur, pero no sé cómo se llaman esas prendas que son de las que utilizan los equipos de futbol. El caso es que tenía ese cigarro porque se lo agandallé al tipo con el que llegaste; en mi cabeza fue como si lo diezmara.
      Recuerdo que estábamos en el Bar de Cortés, bueno yo ya estaba ahí esperándote, llevaba cuatro cervezas, no sé qué tanta jícama, no sé qué tanta zanahoria, y como dos horas de rock.
      Del bar recuerdo muy poco, pero para cuando apareciste, recién había pedido la quinta cerveza y tú llegaste pidiendo un pinche refresco mientras el mamón este salió con su mamada de: "un Tom Collins, por favor". ¡Que se pique la cola! Lo bueno de sus chingaderas fue cuando "Don Riata" comenzó a revolver pistos... ja, ja, ja, ja se puso hasta el quinto riel y por ende, fuera de combate. Para ese entonces ya había hecho mi acto terrorista de quitarle el cigarro.
      De verdad ¡¿para qué chingados lo llevaste?! Era y debe seguir siendo un pinche nefasto, que "yo", que "la chingada", que "tú y que yo y que Sabu Mafu"... ¡mis huevos! en fin, no voy a hablar de ese güey, sólo quería aprovechar la oportunidad.
      No sé ni a qué pinche hora nos salimos, de verdad yo sólo me veo en Plaza de los Platitos. La laguna resultó ser océano mental.
      Bueno, tengo la vaga imagen de que estabas sobre la barra bailando cuando el nefasto de tu amigo ya no era más que un bulto parte de la escenografía y yo llevaba quién sabe cuánto tiempo queriendo quitarme el hipo. ¡Me caga que pase eso!
      ¿Dónde fue que dejamos al puñetas ese?
      ¡Ah! recuerdo también que fuimos a almorzar ahí a las gorditas, éstas que están bien enormes, que están sobre el andador 16 de septiembre ¿a qué hora fue eso? ¡Espera! antes fuimos a la Plaza de Armas porque había un festival de jazz... mmm, debió ser temprano porque esos cotorreos, para las 12 ya caminaron ¡Chingado! ¡Te digo! ¡No sé en qué orden pasaron las cosas!
      Por alguna razón, no sé, quizá en algún momento tocamos tema y lo encontraste apropiado, me pediste flores, porque recuerdo que andaba queriendo cortar unas. Del lugar no tengo imagen.
      Me acuerdo también que estábamos en el mirador cerca del acueducto y algo me gritabas y te volteaste o te tapaste la cara... a ver, espera, ese pedo del cigarro en Plaza de los Platitos, fue hoy ¿cierto?... ¡Madres! ¡¿De dónde te conozco y dónde estoy?!

      Mira, vayamos desde un inicio... me llamo Daniela.
      Estamos en tu casa, nos conocimos anoche y sí, lo de Plaza de los Platitos fue hace unas horas; ¡ah! son casi las 4:30 de la tarde y es sábado.
      Las cosas pasaron así:
Yo andaba con mi novio en el festival de Jazz, sí, en Plaza de Armas y todo muy bien hasta que fue a buscar baño y regresó contigo que porque te halló haciéndole cariños a los perros de la fuente y reclamándoles porque no movían la cola, eso le cayó en gracia; luego le saliste con la grata sorpresa de que le hablaste del color de su aura, que estaba entre azul y morada, y los sentimientos que refleja su mirada, y el muy pendejo, como cree en esas cosas, se enganchó; y como sabe que la muy pendeja de mí, aunque sé que es puro pedo, me encanta andar con esos rollos, pues decidió que fueras nuestra compañía.
      Cuando llegaron ya venías ebrio y cuando nos presentó, recitaste un discurso que me llamó la atención, me interesó seguir hablando contigo; luego desglosaste, de manera muy linda toda la vida del jazz, y ahí ya era gusto de los dos traerte de invitado.
      Los amigos que nos acompañaban estaban fascinados por tus historias, pero todos debían retirarse, así que cuando se terminó el festival, se fueron y nosotros buscamos algo tranquilo. Fuimos al Bar de Cortés.
      Como yo me sentía algo tomada, pedí un refresco; mi novio, como tú le dijiste que no conocías de licores, de bebidas, sólo de cerveza, se empeñó en compartirte sus conocimientos etílicos y pidió "un Tom Collins, por favor". Tú, no es que llevaras cuatro cheves, pasa que cheve que te daban, cheve que tirabas, hasta la quinta por fin no la tiraste.
      Yo no estaba arriba de la barra, era otra chava que estaba ahí; mi novio no era el bulto, mientras tú intentabas quitarte el hipo, le platicabas a un bulto de otra mesa, que te caga que te dé hipo; la jícama y la zanahoria, del plato que nos llevaron, le viste cara de almohada y te dejaste caer sobre él. Tiraste casi todo y yo creo que en una de ésas, reaccionaste y ya viste prácticamente vacío el plato, tal vez por eso pensaste que habías comido mucho. La verdad fue muy gracioso. Ahí nos amaneció.
      Saliendo nos fuimos a almorzar. Igual en el Bar de Cortés hablaste poco.
      Sí, fuimos a las gorditas y ahí volviste a hablar, pero tu plática ya no le gustó a mi novio; básicamente te centraste en mis ojos y en decirle tarado. Lo pusiste de un humor... no sé si era su aura, pero estaba colorado; debió ser el coraje y más porque me estaba riendo, te festejaba.
      Mi novio, bueno, mi ex novio comenzó a reclamarme tonterías muy añejas mientras correteabas la comida por el plato y parte de la mesa.
     Pensé: "¡de buenas traje mi carro!", porque el estúpido me dejó con un desconocido.
     Te ofrecí llevarte, pero como yo estaba molesta, fuimos al mirador cerca del acueducto a que me quejara con singular alegría. Debo agradecerte que me escucharas, bueno, yo estaba gritando cuando comenzaste a hacer pipí hacia las casas de abajo. No vi nada, eh... ¡por eso me tapé la cara! ja, ja, ja.
      Las flores vinieron después, te disculpaste por no esperarte a un baño, y del jardín que está cruzando la calle, sacaste unas flores porque me preguntaste cómo lavar tu atrevimiento y te dije que con flores. Gracias.
      Por último fuimos a Plaza de los Platitos porque me gusta ir ahí temprano, me ayuda, es algo como catártico; hallaste el cigarro en tu bolsa y me dijiste que no sueles fumar. Para cuando te lo iba a prender, ya lo habías tirado, lo levanté y lo fumé yo; como te estabas durmiendo te pregunté por tu casa para traerte y acá estamos; además tiraste tu cartera y yo la tengo.
     Te agradezco la noche: me divertí mucho y aprendí tus tonterías.
   
- Mmm... ¡Chingado! Pues gracias, pero... ¿verdad que tu ex novio es un nefasto?
- Sí, sí es.
- Bueno, no me lo tomes a mal, pero ¿por qué estás acá?
- Je, je... me voy despertando, tengo como 10 minutos despierta, además, porque quiero que me repitas tus teorías acerca del jazz y de mis ojos.

martes, 25 de junio de 2013

Lo que hice en mis vacaciones (verano del 2001)

A Sacheri y Fontanarrosa.

Cada lugar tendrá sus pasiones, su manera de vivir las cosas; tratándose de Ciudad Victoria, en lo que refiere a su esencia, sus pasiones incluso pueden ser pocas, pero pasiones al fin.

A decir verdad, nunca entendí la rivalidad; es más, ni siquiera alguna vez me detuve a preguntar. Andando de metiche llegué a escuchar que el problema es que a la gente de Tampico le pesa el hecho de que Victoria sea capital; y es que Tampico con el puerto, siendo una ciudad más grande, habiendo dado gobernadores recordados con gran cariño por su labor, ganadoras de certámenes de belleza a nivel nacional, icónicos artistas, siendo una potencia por el sindicato petrolero, con un equipo de futbol que fue campeón de la 1ª División, sede inicial de la Universidad Autónoma del estado, llega a ser entendible el reclamo dado lo que ostentan, contra una ciudad  sin puerto, que ha dado los últimos gobernadores y que francamente dan tristeza, y quizá sin todo lo demás, pero es la capital. Pudiera dar motivos de la belleza de Ciudad Victoria, pero no es el punto.

De lo que recuerdo es que gente de Tampico me llamaba “ranchero” y “bicicletero”, igual no entendía la rivalidad. No entender no me tenía exento de la situación. Siempre supe que los celestes, la Jaiba Brava era, es y seguirá siendo el odiado rival, nuestro clásico, el equipo a vencer así se pierda el resto de la temporada, contra ellos, ¡nunca! Los tres clásicos que fui, los ganó Correcaminos, sólo que es uno el que recuerdo en particular.

Aunque estuviéramos en 3ª División, la pasión sería la misma.

A Tampico nunca he ido a un juego y la verdad, ni quiero… San Mateo 5:5; no me atrae en lo más mínimo ir a su amado Estadio Tamaulipas, me imagino que huele mal y que estaría inmerso en una especie de barbarie con gente que ni siquiera sabe usar los cubiertos; y no es por miedo, pero uno que es civilizado, nacido en una ciudad cuna de hombres pensantes como el tipo que llegó una noche al Batacazzo (un mini súper en el 33 Juárez). El sujeto llegó ya muy pedo contando que estaba en una cantina, obviamente en proceso de destrucción, y tuvo a bien retirarse porque ya otro de los presentes quería terminar la velada agarrándose a chingazos justamente con el ahora payador.

Dado lo explicado, no quedó más que la curiosidad de si por miedo aplicó fuga o qué pedo, y nos responde:
-          ¡No! Lo que pasa es que el vato me dijo: “¡sobres, puto… párate!”, y como le dije que no, me dijo: “¡chinga tu madre!”
-          ¡No mames! Y ¿no le dijiste ni madre? – pregunté yo, ya muy entusiasmado con la plática.
-          ¡Sí! Le dije: “¡ah, qué bueno que me la recuerdas! Hace mucho que no la veo”, y me salí.
Bueno, personas así de pensantes.

De verdad creo que huele mal, los culeros viven en la prehistoria pambolera, alguien contó que hubo una vez un equipo, allá por los años 50’s del siglo XX, que ganó un título; y aclaro el siglo porque así como estos cabrones aún recuerdan su título, yo estoy seguro que siempre les recordaremos esta atoradota que ahorita les voy a contar. Está bien que lo recuerden, pero tratándose de clásicos tamaulipecos, podrán presumir lo que sea, pero la mayoría de los enfrentamientos, ¡nos han pelado toda la riata!

Estos putos están chingue y chingue que Correcaminos nació en Tampico, acá no es tema eso; lo que sí es tema es que en 23 ocasiones que nos hemos enfrentado, 11 nos la pellizcaron, 6 fueron empates, y 6 nos desentendimos del futbol y por eso no le dimos importancia, es más, ni se saben esos resultados. Además los puñetas hubo un tiempo que fueron la Jaiba Naranja… ja, ja, ja, ja… se marcan solos.

Fue un domingo, 12 de agosto del 2001, entonces era Torneo de Invierno, jornada 3. Los pinches perros estos traían de estrella a Héctor “la Yaya” Álvarez, que años después lo evangelizamos y se volvió alguien jugando para la verdadera Naranja Mecánica; de hecho en su primer partido con Correcaminos, la raza le cargó calor porque falló un chingo de oportunidades de gol y por eso le gritaban que si se había chingado un jotito.

Como lo leen, la verdadera Naranja Mecánica es de Ciudad Victoria. Los historiadores de futbol no lo cuentan todo, los muy zánganos no cuentan que a principios de la década de los 70’s, Cruyff y Michels visitaron la capital tamaulipeca porque un menonita que se regresó para Ámsterdam les dijo que los tacos de la Estación y las originales gorditas de Doña Tota, eran afrodisiacos, ya ven que para el mundial del 74 Cruyff andaba pugnando para que los dejaran llevar a sus parejas a la concentración por si llegaban a necesitar desflemar al cuaresmeño; pues ahí está el dato, sin costo para que no los cuenteen. Bueno, estos dos cabrones visitaron Ciudad Victoria y andaban en la Plaza Hidalgo, tomaron el camión azul queriendo irse a la central, pero llegaron a la Uni en donde hallaron una cancha y al Correcaminos entrenando, como vieron que eran bien riatas y vestidos de naranja, ellos le llamaron “la Naranja Mecánica”.

Lo que Cruyff y Michels no sabían, era que antes que existiera oficialmente el Correcaminos, ya había un equipo vestido de naranja, pero sin nombre.

Anthony Burguess que no hallaba cómo nombrar su novela, visitó Ciudad Victoria porque se acababa de revelar que los últimos habitantes de la Atlántida se establecieron en la antigua Villa de Santa María de Aguayo y quiso curiosear, entonces hizo el viaje quedando sorprendido del funcionamiento del equipo naranja, como relojito, como máquina y así los bautizó y de paso halló el nombre de su novela que después Stanley Kubrick hizo película. Si no me creen… proverbio chino, es decir, me vale madre.

Correcaminos traía de estrella al uruguayo Daniel Rosello, la Yaya era argentino, bueno, debe seguir siendo porque aún vive, aunque un día deje de hacerlo.

El estadio, el verdadero Teatro de los Sueños, el verdadero Cementerio de Elefantes, si no que le pregunten al poderoso América que se tragó un 5 – 1 y no importa que a la vuelta nos la hayan dejado caer peor; este punto no lo voy a explicar y se chingan.

El Marte R. Gómez no lucía lleno, de hecho había, bueno podía uno llegar a la mera hora y encontrar boleto, como fue mi caso. No recuerdo el costo de la entrada, pero recuerdo que entré a la zona de Sombra, la “nais”, la chidota, el pedo fue que estaba sentado justo al lado de la porra de la Jaiba y eran un chingo, se veían más que nosotros; luego ese pedo, después de 90 minutos, se volvió el motivo de este recuerdo. A quien más recuerdo es a un pinche jaibo gordo sentado casi en la primera fila. El muy marrano traía la camiseta celeste en la mano porque estoy seguro que no fabricaban de sus proporciones.

Con todo y que nos estaban haciendo la fiesta en nuestra propia cancha: cantaban, brincaban, un chingo de banderas; todavía no comenzaba el juego y ya nos estaban pegando una chinga.

Para el medio tiempo la cosa era distinta, Correcaminos iba ganando 3 a 0, ¡no mames! ¡3 a 0! En la chingada vida te imaginas un clásico así, me lo pudieron preguntar un chingo de veces y nunca se me habría ocurrido ni pa’ la pinche quiniela. Eran un velorio celeste, tenían la cara desencajada, se los estaba llevando la chingada, 3 a 0 y tener que aguantarnos, salir de la Ciudad, que aunque no es grande, el tramo del estadio a la salida a Tampico, sería un suplicio; no es por pegarle al Careca, pero la raza en Victoria es castrosa como muy pocas. Lo de pegarle al Careca tampoco lo explicaré.

Ah qué pinche felicidad recordar a estos mudos, ni ganando la lotería les volvía la sonrisa; cabe mencionar que en efecto la habían estado engrosando y ahora no hallaban qué mierda hacer.

Otro detallazo era que el DT de ellos era un nacido en Victoria: José Luis Saldívar, la Pedorra; no sé, capáz que lo linchaban por la atoradota que se estaban llevando, digo a como estaba el primer tiempo, todo indicaba que el juego podía terminar 7 a 0 y con el orgullo jaibo, destruido; porque esas cosas son difíciles de cobrar, como los Rayados cuando mandaron a 2ª a los Tigres, como el 5 a 0 que le atoró Chivas al América, o como platicaba Fontanarrosa del 1 a 0 que le obsequió Central a la Lepra en la semifinal del Metropolitano del 71; ¡¿cómo?! ¡¿Cómo le haces para vivir después de semejante humillación?! Ahí entra la pendejada de que es sólo un juego y no es para tanto, bueno para eso Sacheri dio la mejor explicación de lo que ocurre con este juego, El Juego; quien diga que no es para tanto, nada sabe de futbol.

Es fecha que me pregunto: ¡¿qué coños hizo, les dijo o les dio Saldívar, que para el segundo tiempo todo les salía?! ¡Parecían orquesta! Me hicieron pensar en la posibilidad de que Space Jam es verdad y que este güey les dio agua de Maradona y ahora eran todos unos cracks.

Terminó el velorio celeste, o bueno, le cambiaron la decoración al velorio, ahora era todo naranja; hallaron el remoto y le quitaron el “mute” a la pinche porra jaiba. Volvió la fiesta y comenzó el suplicio nuestro.

Ahí estaba a un costado de los hinchas tampiqueños, viéndolos gritarme en la cara el 3 a 1, el 3 a 2, el 3 a 3; ¡los muy perros empataron! ¡La pinche Yaya se ensatanó y metió los 3! ¡Pinche culero! Y el puto gordo con su pinche camiseta colgando del brazo como si fuera bandera, el muy puto comenzó a gritar: “¡aquí está papá, pinches rancheros! ¡Ahora sí festejen, pinches bicicleteros!” Ahora teníamos que pensar nosotros: ¡¿dónde carajos nos íbamos a meter?!

Ir ganando 3 a 0 y de pronto ya te empataron, ahora todo indicaba que iban a darle la vuelta, nos iban a humillar en casa, nos la iban a dejar caer, ya éramos rancheros y bicicleteros, ahora ¡¿qué nos iban a decir?! Estos ojetes no se iban a ir nunca, el gordo cada vez que hablaba se ensañaba más con los comentarios; los comentarios valen madre, lo que chinga es la risita, y ahí, cuando más oscuro se ponía el panorama, porque estaban encima, su porra crecida, se venía un día trágico.

El gordo estaba al borde del colapso, se levantaba, volteaba y se burlaba el cabrón, con su camiseta en el brazo; fue ahí cuando se volvió a pintar el mundo, la gran tarde de la Yaya quedaría como algo que pudo ser, pero no será jamás. Estoy seguro que aunque hubiera sido empate, nos lo iba a cantar y con justa razón.

Si no le fallo, cerca del final, apareció Daniel Rosello y le devuelve la vida a la Ciudad… ¡tomen, perros! ¡4 a 3! Ja, ja, ja, ja, ja… yo me olvidé de la cancha, me dediqué a disfrutar cuando un hermano correcamino bajó hasta donde el gordo, agitó la bandera, nuestra bandera, la bandera naranja y le gritó: “¡ahora sí festeja, pinche marrano!”, luego se acercó otro, con otra bandera a hacer lo propio y gritó: “¡órale, pinche gordo, aquí está tu papá!”. Ya no quedaba tiempo, la hazaña quedó en intento, Correcaminos ganó y los jaibos sirvieron una vez más de tapete para que pasara la estrella.

La inmensidad del cuerpo y la tristeza del gordo, hablaban por toda la afición visitante; eso era muy humillante porque sintieron haber logrado algo para burlarse toda la vida y ahora tienen que vivir con ese 4 a 3 y seguir pidiendo permisos en la capital y se chingan, es más, ya ni equipo tienen.

No lo tomen a mal, pero está claro que para ser padres hay que tener hijos, el pedo es que un padre debería estar orgulloso de su hijo y no es el caso, tristes jaibitos.

Esa tarde fue fiesta en Victoria, fue carnaval, los espíritus de la Ciudad se armaron una felicidad en corso; ahí por las calles, de las paredes emanaba la batucada de Tarura, los carros en caravana parecían como si los construidos por Pablo “el carbonero”, cobraron vida; un montón de Chichos Locos se soltaron, bueno andaban sin playera nada más; y hasta parecía que en el horizonte, allá bailando al filo de la Sierra Madre, brindaban Belmares con sus bachas, Mago Delgado y Jorge Castillo, mientras su amigo giraba el sobrero, metía una mano por entre los botones de la camisa y silbaba la Marsellesa.

A los pocos días regresaba a la escuela, y si entonces alguna profesora me pidió un relato de lo que hice en las vacaciones, que no creo porque ya estaba en el CBTis y a esas alturas ya no acostumbran esas actividades, pues entonces tantos años después aquí le entrego el pendiente.