martes, 5 de noviembre de 2019

Opinión acerca de todo

¿Será que han sido todos aciertos? ¿Qué tanto nos habremos equivocado?

Andar por la ciudad, después de todo ahí es a donde decidimos salir a ocultarnos, a donde decidimos salir a esquivarnos, a donde decidimos pisotear en el asfalto y desparramar en olvidadas veredas todas las alegrías solo por abrazar la invidualidad propia de los miedos y la soledad multiplicada.

No jugamos fácil, es decir, si algo molesta, se dice, si algo agrada, también se dice. De verdad hay en la vida tanta gente desencontrada cargando con sus fantasmas esperando que alguien más los venza, que alguien más sea antídoto para su absurda coraza; gente que piensa en tantas posibilidades antes de actuar, viven en un ajedrez y necesitan visualizar quince movimientos para poder avanzar una o dos casillas.

Es mucho más sencillo compartir el desayuno en silencio y con tanta complicidad y tanto entendimiento, salir a atrasar la llegada al trabajo para tener un detalle, alegrar el regreso a casa con una colección de sudokus de periodicos viejos, o un mensaje con un "hasta mañana" y tres corazones sabiendo que nos veremos en unas horas, o intercambiar canciones, o una linda ecuación de chocolate, películas y frases sin sentido.

Alguna que otra tarde no será posible evitar obsequiarle cinco minutos a la vecina -que pareciera que quiere canonizar a su marido- para escuchar sobre su idílico amor, aunque sepas de muy buena fuente -porque un día antes lo cruzamos al tipo- que está todo para la mierda y el candidato a santo prefiere enfocarse en que alguno de sus mil quinientos emprendimientos pronto le dará para comprarse un planeta si Elon Musk lo pone en venta.

Nos parecemos más a personas que coinciden un miércoles en exposiciones gratuitas o en lamentables obras de teatro improvisadas. No creo que preferir una conversación sea idealizar; claro que quiero terminar la noche contigo y conmigo, que el ventilador azote tu cabello contra mis mejillas y tu palma acampe en mi pecho, pero esas intensas atenciones cualquiera las hace, lujo sería despertar y que sigamos ahí.

A veces en el acto más lindo entre dos personas la proximidad física más estrecha se da con la mano de una de ellas sobre la mano de la otra en el banco de un parque, y están mirando a la calle jugando a pisar las hojas que abandonaron a los árboles, pero los árboles no las extrañan porque se enternecen.

- Las personas ya no se van siguiendo a alguien como las chicas se fueron siguiéndolo a Renato.
- ¿Ese quién es?
- Era un payaso. Hace años llegó al pueblo y lo vieron sin maquillaje: facha y fuerte; cuando el circo se fue algunas muchachas se fueron tras de él.
- ¡Guau! ¡Sí, esas cosas ya no pasan!
- ¿Qué onda con tu familia? Algo ibas a decirme hace días.
- ¡Aaah! Fíjate que tengo una tía que todo le duele.
- Sí...
- Bueno, dice que un brujo le dijo que estaba enterrada en un panteón.
- ¿Cómo enterrada?
- Pues resulta que la envió a un panteón y desde la entrada debía contar 165 pasos de frente, luego 77 a la derecha, luego 24 a la izquierda y luego otros 12 a la derecha.
- ¿Para?
- En esa tumba estaba enterrada.
- ¡¿Qué?! ¡No mames! ¡Cómo iba a estar enterrada!
- ¡En serio!
- ¡Cómo iba a estar ahí, no chingues!
- Pues metió la pala y encontró una bolsa negra de plástico, la sacó y dentro había un cofrecito de madera bañado en cera negra.
- ¡No te mames! ¡¿Y luego?! ¡Ya me habría largado bien al chorizo! ¡Miado y cagado, obvio!
- Le llevó el cofre al brujo.
- Ajá.
- Lo abrieron y tenía un muñeco de trapo lleno de gusanos y alfileres.
- ¡¿Qué?!
- ¡Sí! Encima la cabeza del muñeco estaba cubierta con una foto de ella.
- ¡Mierda!
- ¡Je! ¡Sí! Bueno, tú ¿qué querías decirme?
- ¡Aaah! Solo te llamé para contarte de un tipo que subió al camión.
- ¿Qué le pasó?
- Medía como 3 metros.
- ¡Bueee!
- Ok, obvio no, pero era gigante.
- Ajá.
- Hasta le costaba moverse, picó el botón para bajar, comenzó a caminar hacia la puerta trasera, nos codeó a todos y se bajó veinte cuadras después.
- ¿Tanto así?
- ¡Lo juro!
- ¡Ja, ja! Bueno, ¿y para eso me regresaste?
- En parte, también para darte un regalito.

La besó y le dio una tira de obleas.

- Je, je... Muchas gracias, me voy.
- Chau. Bonito día.

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