sábado, 16 de noviembre de 2019

Romance del diablo

Tanta nostalgia en sus voces, mucha paz, mucho frío contenido con charanda, atole y algunas pirekuas.

Había un altar enorme, todas las mujeres de la familia embarraban tamales, los invitados y las invitadas acudían de a poco ofrendando canastas con fruta guiándose por una vereda de cempasúchil; toda la noche para un muerto nuevo.

Un muerto nuevo es quien fallece entre el 3 de noviembre del año anterior y el 31 de octubre del año en curso, haciéndose acreedor de una fiesta para celebrar su vida.

Después pasó, sin ningún dolor me animé a buscar más charanda por entre las callecitas de Arantza.

¡Qué complicado conjugar tu nombre en tiempos en los que ya no estás, en tiempos en los que no estarás!

Y me perdí. Me perdí sobre un bote que ya no saldrá y que cuyo nombre se escapa con las tenues luces del lago; me perdí entre los gélidos recuerdos de las yácatas, nuestro vasito con gaspacho y los viejitos de la tarde en catedral.

¡Claro! Claro que preferiría ir tras de una ambulancia y no de una carroza, que se me aparezca un vampiro, gire una calabaza y me cuente que puedo alcanzarte en algún sarcófago egipcio o en alguna sombra en Stonehenge, muy a lo Ray Bradbury.

Hace tiempo renuncié a tantas opiniones, las tenía porque me daba miedo vivir, permanecía ocupando la melancolía, y entonces comencé a morir un viernes. También comencé a creer en las vidas posibles, en la reencarnación, aunque siempre lo mejor lo llevabamos a todas partes sin nube, sin más dispositivo que nuestros latidos.

Siempre estás a un costado de la cancha en tu pantalón gris y tu polo blanca, se escapan dos lágrimas con tus gritos que ajustaban la vida.

Te cuento que quizá pronto te alcance y que el diablo también se enamora.

Como en esa publicidad de Nike: nacido en un punto, querido en todos lados.

Solo él supo cómo aquella noche de mediados de los 90's resolvió un problema que creo era de alguna variante del cálculo, mientras el responsable oficial de resolver ese ejercicio se pegaba, por indicación del otro, una ducha fría porque ya las ideas las tenía cicladas. Para cuando salió de la ducha ya había una respuesta, hizo la comprobación y era correcta.

El agua fría, además de despejar la mente, quita el dolor de huevos.

Otra noche de mediados de los 90's quien resolvió el cálculo preguntó cómo resultó la visita a la noviecita y la respuesta fue que todo bien, pero apareció un dolor de huevos.
- ¡Órale! ¡Métase a bañar con agua fría!

Definitivamente el agua fría es curativa, al menos para la inocencia, aunque la inocencia decida extenderse.

Cada visita el genio del remedio de agua fría apoyaba económicamente argumentando por si el antojo por alguna bebida o algún alimento se presentaba; el joven visitante se retiraba a visitar a la novia y muy pocas ocasiones invirtió en lo sugerido. ¡Inocente! Al cabo que no se da cuenta, pensaba.

Una noche de mediados del segundo lustro de la primera década del siglo XXI, el genio del agua fría escuchaba y aconsejaba a un joven desesperado que estaba enamorado y tenía miedo a perder ese sentimiento correspondido por no tener suficiente dinero.
- Es que a veces podemos ir a cenar, pero luego ya no tengo para irnos a estar solos.
- ¡Claro! - dijo el genio. - Mira, este cabrón - señaló al que apoyaba para bebidas y/o alimentos - hace unos años andaba de novio y pues lo alivianaba para que fueran a echarse un refresco o unos tacos, pero realmente esperaba que comprara preservativos.

¡Claro! ¡No se da cuenta! ¡Ja!

Esta obsesión por la razón.
Hace algunos años un policía me asaltó en casa; quería encontrarlo y ajusticiarlo, aunque probablemente no lo haría, compartí mi molestia, mi frustración, y un excelente amigo me tranquilizó haciéndome ver que esa justicia sería mi justicia y muchas personas no la compartirían. Lo mismo pasa con la razón.

En una relación de pareja hay extenuantes jornadas de discusión enfrascadas en cúmulos de argumentos y excusas que derivan en molestias, ausencias, indiferencias prolongadas, y todo porque las personas involucradas se limitan a querer escuchar que tienen razón. En política, en futbol, cuando se habla de Valentín Elizalde, de la paleta de colores del Joker, de los guiones, una vez expuestas tantas absurdas opiniones, arranca el regateo, la oferta y demanda por la razón. Alguien tiene que tenerla.

De verdad es absurdo o se torna al querer imponer una línea de pensamiento. Intenten valorar esto viajando en bocho de León a El Vaquerito, pasarle la lumbre al hitter y después hablar; el 99% de lo que digan es absurdo, no aporta gran cosa, es más de lo mismo: las ganas de hacerle saber al mundo que algo sabemos, algo hemos vivido.

Seguimos buscando la inmortalidad física, una especie de consagración, perpetuar ideas a manera de reconocimiento, aún sabiendo que ahí no radica la trascendencia. La inmortalidad física son modas y comportamientos reciclados con la tecnología de testigo.

Distribuir y compartir el conocimiento olvidando el afán de las luchas aisladas siempre insuficientes que terminan alejándonos de lo fundamental; la adrenalina de pararnos y exponer un temor, aceptar que no se está bien ni mal, sino que a cada quien le funcionan fórmulas diversas.

Lamentablemente impera el egoísmo, y escucharnos y mirarnos y sentirnos ya es algo que raya en lo paranormal, pero un día la gente conecta y entonces alguien vive.

Estamos en una terrible réplica pseudoverbal del arreglo en violín de "No puedo olvidarme de ti" de MDO que la despedimos con el coro alegre de "Un rayo de sol" y una retirada en fila; todos se agazapan para espiar cuando creamos el más lindo abrazo.

Deja que pase lo que nos dé felicidad, eso me dijo y después se comió la última fresa de la porción de pay. En algún momento resolverás por qué te gusta la palabra "contigo", y si vamos a guardarnos algo, entonces no nos pensemos más, aceptemos que ya fue y dejemos que nos alcancen otras palabras.

Siempre estará la lluvia, las trece lunas, algunos mapas y alguna moneda viajera. ¿Puedes creerlo? Hay desbocadas empatías de domingo que los lunes son fusiladas por fantasmas, los mismos que te prohíben visitar un trabajo cualquier día para regalar flores y un disco, para pasar aprisa y sacarte de tu cubículo, besarte quince minutos y dentro de seis horas, si así lo precisas, enviarte un por qué, aunque seguro no lo necesites y lo expliques pensando que me vale madre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario